I


Cómo estás, digo. Salen las palabras
de mi boca porque sí, espontáneas,
al azar en el día: cómo estás
le pregunto al vacío enfrente mío
sin esperar respuesta, o le digo
a la pared en blanco que me mira.
No pregunto por mera cortesía:
tanto tiempo no puede ser borrado
de un silencio. Tal vez dirías maso,
o mal, o si no bien, mejor que nunca,
ahora que ya está lejos la penumbra
que parecía cubrir mi existencia.

Ojalá, de verdad, que así sea,
que te hayás liberado de la sombra
que sobre vos arrojaban mis ojos
aunque no fuera todo culpa mía.
Da igual, acá no existe la justicia,
basta que uno de los dos por lo menos
haya salido un poco más entero.
Solo espero que alguna vez tu nombre,
palíndromo que habita entre mis labios,
deje al fin de trastornarme la sangre.

II


Ojalá estés bien. Sería distinto
si lo dijera otra persona,
pero los dos sabemos que en mi boca
la frase se corrompe y deviene
un reproche, un desafío, que en realidad
significa ojalá estés bien sin mí,
ojalá que no estés bien, ojalá
que por fin te hayás dado cuenta
de que yo no era el problema
y que ahora te pese la culpa.
No importa. Pero cuántas otras frases,
en apariencia inofensivas,
la pudrieron igual en ese entonces,
cuántas palabras sin segundas intenciones
se volvieron insultos en mis labios.
Claro que es ridículo hablar de intenciones,
actuamos porque sí, sin pensar, y después
inventa la consciencia una excusa.
Una frase casual abrió la grieta
y poco a poco se extendió la ruina.

III

Perdón. ¿Por qué me voy a disculpar?
A fin de cuentas no es pecado
ser medio idiota con veintialgo de años.
Y sin embargo, a ratos siento
que no quedamos mano a mano;
que alguna cuenta chica, o no tanto,
da vueltas por ahí sin saldar.
No sé. ¿Puse calor en tu nido? Sí.
¿Fui bueno, consecuente y toda
esa sarasa? Vos sabrás mejor.
Los años del amor fueron oro
para mí, bronce para vos; algo
falló en los mates que te cebaba,
alguna rajadura en el espejo
que te ofrecía. Tampoco sirve
contar porotos a esta altura, pero
mientras tu espectro ronde mis noches
no puedo hacer otra cosa que buscar
algún ave o conjuro que lo aleje.