I
“(…) El florero es florero y la carta, carta. Si el vidrio y el agua hacen estragos, es en función meramente pasiva. El drama humano se halla implícito” (Antonio Di Benedetto, fragmento del cuento “Declinación y Ángel”)
II
ahora, después de décadas, ahora que escribimos con todo respeto unos cuantos versos vamos a preguntar qué hubiera sido de todos nosotros si no hubiéramos tenido el verbo haber o algo así parecido que nos hubo permitido hablar así como hablamos siempre del tiempo
III
todas las historias para poder contarse buscan su caballo de troya y lo que para sobrevivir un tiempo más no dicen es que el animal ya estaba adentro: la lengua es el caballo que hay y que va a desbocarse y va a invadir la ciudad y va a romper su vientre lleno de soldados gritones de madera
IV
«Quizá yo muera en castellano» (Borges)
V
no quiero ver ciervos en una película ni leer sobre sus huellas en la nieve de alguna novela noruega. se abusa de la parsimonia casi humana de esos animalitos desde bambi. no tengo el menor interés en verlos en la mira de un cazador ni verlos caminar lento en largas escenas pretenciosamente significativas de un película sueca ni quiero verlos saltar huyendo de algo así como nosotros. lo que me gustaría la verdad es un pedazo grande de ciervo ahumado
VI
vi «Día de lluvia en Nueva York» y me quedé pensando en que algunas comedias de Woody Allen se parecen a «Teatro como en el teatro» de Darío Víttori, salvo que los tipos en vez de usar un traje gris gastado usan saquitos ingleses marrones con jean, y las cosas en vez de suceder en un conventillo suceden en departamentos lujosos
VII
una chica flaca de piernas largas se lavó con cuidado el pelo, se puso bálsamo, se afeitó, se puso un vestido de algodón hasta la rodilla con muchas flores amarillas y sin espalda, se lavó los dientes con bicarbonato, tomó un té de jazmín y después se tiró en la cama a mirar tres películas seguidas de superhéroes
VIII
puse para ver esta noche dos pelis. miro cinco minutos de cada una y después decido, a veces hago eso. le pifié feísimo con las dos: Die welle (La ola, 2008) y Laundromat (Dinero sucio, 2019). las dos son de un didactismo insultante y a ninguna pude soportar más de 10 minutos. no son películas, son, con mucha buena voluntad, materiales didácticos tal vez útiles para el tercero o cuarto grado de la escuela primaria. no me imagino cuál puede ser el público adulto de tales cosas. y no es porque ande diferenciando un público «culto» de uno que no lo es. el problema es, digamos, formal. pretendo diferenciar películas de algo que no lo es
IX
«Si periódicamente los economistas tuvieran que rendir cuentas de la calidad de sus predicciones, probablemente el sesgo de confirmación sería mucho menor. A cambio, su disonancia cognitiva sería mucho mayor, porque tendrían que competir dos ideas: por un lado, soy un gran profesional de lo mío, y, por otro, acierto menos que una escopeta de feria» (Ramón Nogueras)
X
cuando hablo a veces llamo morochos a los negros. pido perdón entonces a todo lo oscuro por mi lengua eufemística. si mi boca suelta tal barbaridad, qué será de mi alma. pido perdón entonces a todo lo que he nombrado pocamente, porque ahora sé que es mi obligación decir otra cosa