Mi amiga V conoce a un tipo interesante que le
dice que es sumiso, y me pregunta de qué se trata (un poco se hace la
distraída) y se pregunta por qué el quía sale con eso tan pronto. Ella supone
que eso es sexual (otro poco se hace la distraída), y que entiende que eso del
garche “se da”, no se explica antes.
Y le digo que para la gente que cree en eso, que
hace eso, eso no se da, se acuerda. Hay
motivos para ese discurso, esa baba sexual contractual. En esa forma de
relación (en esa relación, como todas, formalizada) tal vez lo más importante
es que se juega la confianza, el vestido de la confianza, una idea de ella.
Entonces, se hace necesario un contrato previo como discurso amoroso, más allá
de que no sea comprobable su posibilidad de cumplimiento. Luego, hay otro
asunto más profundo. Recuerdo que una vez me puse a pensarlo.
Eso más profundo tiene que ver con el concepto de
fetichismo. Hago un salto de atrás para adelante y de adelante para atrás en
las próximas reflexiones. El fetichismo es -en última instancia- un
procedimiento del pensamiento, por lo tanto del lenguaje y por lo tanto del erotismo.
El fetichismo se sostiene en una figura retórica que es la metonimia (pars pro
toto, la parte por el todo). El fetichismo es metonímico: los pies, o los
zapatos, o mi obediencia o lo que sea representa el (siempre inexistente) todo
sexual amoroso.
Entonces, el acuerdo previo, el contrato, es una
confirmación de ese recorte, un acercamiento a la posibilidad de controlar algo
del temible todo. Ese relato es lo único posible para tranquilizar a alguna
gente, y que se deje cojer (Tal vez para toda la gente, si el recorte se
extendiera). En este caso, las condiciones de la sumisión son el fetiche. ¿Por
qué –entonces- se pide eso? Porque asumir el «amor» (sexo) es un
problema abismal, mortal, terrorífico. Y hay gente que no puede con eso que parece
tan todo. Entonces, su cabeza encontró –contra el miedo, a favor del lenguaje-
el procedimiento de la metonimia.
Escritor, periodista, guionista y docente. Coorrdina talleres de escritura literaria y académica y hace cada tanto programas de radio.
un poquitito enroscado, pero está bien, ponele
freud no habla del contrato, lacan habla de la negociación. es evidente que a ella le gusta y a él también. El fetichismo desplaza. Cocina porotos e soja cuando querés un buen churrasco sanguinoliento. el «amor» decís. Eso es tan real como la felicidad o el miedo al placer.