Las peores enseñanzas son las no intencionales. Esas no se te quitan, porque te lleva años asumir que las convertiste en piel. Muchas veces hasta nos da la impresión de que haciendo todo lo opuesto estamos consiguiendo la huida perfecta. Pero toda huida perfecta nace de algún lugar oscuro y busca ubicarse en sitios que sean -desde la primera apariencia- de lo más diferentes a lo «malo conocido». Y es ahí donde pisamos el palito.

Son las nimiedades, es como si un monstruo gigante y poderoso se convirtiera en muchas partículas y se nos fuera pegando de a poco en la ropa, en el espejo, en la comida, en las charlas con amigues, se nos pega en los chistes, canciones, películas, costumbres, normas.

Ya, si absolutamente todo menos el aire tiene de esas partículas, ¿cómo vamos a notar al monstruo? Más bien le vamos a invitar un mate o una cerveza, más razonable sería que todo lo que no lleva una partícula de monstruo nos va a parecer lo raro, lo que está mal, lo otro. Tiene que llegar un punto en el que, por alguna de estas raras razones, tengamos que desarmarnos por completo y volver a construirnos, pieza por pieza analizando si era útil, si hacía bien, si era importante para algo.

Hace poco supe que ya estabas en el rincón hecha un bollo. Digo «ya» porque es parte de un proceso estándar. No no, no es porque seas poco inteligente, tampoco es mala suerte ni es tu mala puntería para rodearte. No sos vos.

Teníamos referencia de una millonada de cosas que molestaban, incomodaban, dolían y enojaban, que un día se convirtieron en normalidad. Intentamos corrernos, lo hacemos cada día con cada decisión, pero son las partículas por todas partes. ¡¿Qué vamos entender de amor?! Decime. Si todo lo que consumimos y aprendimos del amor tenía ese sabor rancio en alguna parte. Quisimos entender y así nos inventamos justificaciones. Quisimos ser mejores y así dimos nuevas oportunidades.

No, por supuesto que no sos vos, no es tu culpa. Pero ahora estás ahí. En un rincón imaginario de lo que creiste que era distinto. Se aprovecha de tu compasión, de tu empatía, de tu capacidad real de amar, de un amor que nada tiene de rancio. Y te atrapa con la paciencia de una araña, sin despertarte sospechas. Te juega de víctima, de humano con errores, de amante apasionado, te juega la carta de amarte como nadie (por eso, nadie más entiende lo que tienen ustedes).

Pero vos si sabes amar, solo que -como todes- te has acostumbrado a las partículas de monstruo. Pero sí sabes que el amor no tiene celos, ni rencores, no excede los límites entre una persona y otra, el amor es compañero y no sabe nada de sufrimiento ni de soportar. Vos tenés de eso en tu centro y sabes que el amor jamás, pero jamás lastima. No duele el cuerpo, ni la mente ni las palabras. Claro que sabes de eso. Sabes que tu amor no le dolería a nadie de ninguna forma.

Es un rincón imaginario, él está lleno de partículas de monstruo y ha creado una horrible ilusión carcelaria. Pero tu alma vino libre a

este mundo y al rededor todes te vemos libre. 

Estamos esperando que salgas a volar.