Contuvo la última nota.

Rasgando la cuerda.

Tensando el aire,

de un suspiro,

imperativo y deseoso.

Al final de la melodía.

Si, al final,

ese suspiro,

de esas, 

cadenas sonoras,

engañaba al destino.

Era el sitio,

de sombreros

y humo.

Entre el tumulto,

cerrando los ojos.

Oyendo el silvido grave,

que apagó el ruido.