TIRO AL BLANCO

—¡Fuera! ¡fuera! Bicharraco. —Lilia gritó espantando a las aves que picoteaban jazmines recientes a la tierra.

Caminó entre las flores cada especie diferenciadas por su color, un arco iris en el verde del césped, detrás de la hamaca, ¡tan grande! media docena de niños podrían caber en su vaivén.

Descansó en el suelo elevando las piernas, el sol la obligó a cerrar los ojos, relajando suave se sumergió en un profundo mar, lo vio acercándose al hombre de sus sueños, así como las olas llegaban a la orilla sin conocerse desnudaron las palabras y rodaron en la orilla.

Los paseos en las tardes coincidían en la arena desprendiendo sus prendas, dueños desconocidos de pasión.

Entre las flores, los caracoles. entre los caracoles las hormigas, debía fumigar arruinarían el jardín.

Los vecinos del lugar se reunían por cuestiones de animales y alambres cortados, no iría hoy, no lograban ningún acuerdo y todos hablaban al mismo tiempo, nadie quería hacerse cargo de la coordinación además el nuevo vecino la tenía cansada, la molestaba por quería ¡la sombra del árbol de su lado! decía que a su caballo le daba el sol, la alteraba.

Estuvieron discutiendo dos meses por el asunto, no entendía por qué no plantaba otro árbol al lado de su caballo, se lo sugirió dos meses, no lidiaría con él, hoy no.

Salió rodeando el gran portón evitando la reunión, ya partía a secretos del duende un lugar único del bosque.

El bosque lleno de laberintos y encantos pensó ensimismada sale al paso el vecino.

—¿De dónde viene? — La sobresaltó al verlo cerca.

—Fui a guardar mis secretos — lo quería evitar, los nervios de su presencia testaruda.

—¿Ha sí? ¿dónde los guarda? no sabía que se guardaban los secretos. Jaja

—¿No sabe que se guardan los secretos? Jajaja

—Que se guardan en un lugar.

—Mi lugar es en el bosque, ¿no quiere que lo lleve? y guarda los suyos.

—No, no yo estoy bien con mis secretos por ahora y de guardarlos no los guardaría donde usted, con respecto a la sombra… —con aire de resolución pacífica,

—¿Sabe qué? — Lo interrumpe impaciente —definamos esto ya mismo, le propongo tiro al blanco.

La mira entre sorpresa asintiendo— de acuerdo ¿qué sugiere?

¿No sabe cómo es el tiro al blanco? Fija un objetivo quien se acerque más al punto de mayor valor, queda con la sombra, ¿va usted a hacer de blanco primero? Yo como dama comienzo a disparar.

—¿Y la igualdad de género donde está dama? ¿Me está tomando el pelo, me piensa disparar? Yo tengo unas latas de conservas, el que tira más latas, queda con la sombra.

 Yo dije tiro al blanco ¿no es acaso usted objetivo?… Estoy de acuerdo con latas, comentaron algunos vecinos que es usted experto en eso de tirarlas.

—No, no tengo buena puntería.

—Ya lo imaginaba ¿tiene gomera?

—¿No dijo que iba a disparar?

—Si dije, pero al blanco, no a las latas solamente hay que tirarlas.

—Señora usted—mirándola fijo.

—¿Como era su nombre? Entre tantos vecinos— provocando indiferente.

—Es un poco mala, desde que llegue trato de hablarle y…

—Comencemos sin rodeos— tomaba la gomera presta a ignorarlo, su armadura interna burbujeaba.

La tarde vestía rosados celeste nubes muy gordas, Salió a revisar las flores y comprobar si había eliminado a las hormigas.

  Detrás de la hamaca vio al hombre de sus sueños, se desnudaron rodaron en la orilla del jardín desprendiendo cada botón de sus prendas, dueños de la pasión.

—Ahora te toca a vos— concluye él, mirándola agotado

—hacer de vecina y desconocida —resoplando un fuerte suspiro— ya me cansé de hacer de desconocido y tu vecino con el caballo al sol nena.

Sonrieron y ella vio al hombre de sus sueños, se desnudaron rodaron desprendiendo cada botón de sus prendas, dueños de la pasión.