Ya ni siquiera se puede descansar un domingo
Miguel prende la hormigonera por tercera vez en lo que va de la mañana
Se escucha más fuerte que nunca, el barrio está callado, hoy es dia de descanso
Miguel le grita un poco a los pibes, dos flaquitos de seis y ocho años
Le cuenta al gordo Rubén que los tuvo que traer al laburo porque los findes están con él y hoy tenía que laburar, si no, no tenía para el pan
El gordo destripa otra bolsa de cemento y sigue alimentando a la máquina
Hace calor y los flaquitos se asoman a la reja de casa, les ofrezco un poco de agua fría y alguna fruta y los pibes agradecen como si tuvieran más de veinte años de calle y obra
El viejo los llama, los pibes le cuentan, el morocho sale y nos agradece también, la casa está toda en obra y solo hay agua de la manguera
El domingo sigue callado, ambientado por el zumbido del motor de la hormigonera
Los flaquitos, al rayo del sol, hacen un castillo con la arena de la vereda, mientras papá y el gordo Rubén le meten pata para poder llegar a cobrar
Mañana empieza la semana , una semana que nunca termina, una de treinta días para el Rubén y el Miguel
Ya ni siquiera se puede descansar un domingo, hasta los pibes siguen al rayo del sol construyendo castillos en la vereda de casa.
Nicolás Gonzalo Toloza.