Sociedad

¿Cuándo es oportuno parar?

no diré autoreferencial infectado de malestar particular el flujo de las sensaciones. La vida continúa y se lleva a cada quien dónde la fuerza quiera. Qué viaje andar sobre el enojo pisando vidrio, y andar enderezando la espalda para no tener una postura desgarbada que se incline a nuevos dolores a futuro. Hay paredones construidos como límite que nos dificultan el placer de los otros, porque en un estado de alarma general pesa el otro sobre el desplome propio. Entonces somos inapropiados para el curso armónico de los usos. Corrijo pero no tapo, dejo que los filos impacten el hierro para endulzar las puntas. No sé puede con el hambre que nos saca a correr el último aliento de energía, dónde el fracaso significa muerte. Entonces todo lo cubre una luna llena enorme cuyo carisma, será obviado por la hostilidad de los sentidos inmediatos. Pero, volviendo a los filos y los muros, habrá que decir que el uso indebido de las emociones es un monstruo invisible que lamina el contorno de la urbe, reina la oscuridad. Mientras sangro me preocupo por tu espacio, lleno de mi cause. No quiero molestar ni en la muerte, tanto así es la destreza del cariño como opresor de nuestro instinto primario. Se mata el filo a hierro, pero también se mata el filo con nobles sentimientos. Y la puja por las formas no altera el producto. De rodillas compensamos las faltas. Y creíamos que la iglesia había desaparecido. Pero se recicla. Todo se reduce a lo inmediato, la desesperación está en el Estado. Vivo la congoja del otro, sin poder aún con la propia. No digo la independencia, pero todo está cubierto de una nostalgia que castiga al cambio y la liberación de la mente se transforma en aberración, cuando las conclusiones son derrotistas. Ya no es posible discutir el deseo pues convencieron a muchos nuestros que la discusión es la necesidad. Sin embargo, quién necesita desea, y el deseo siempre vuelve. Pero ya no lo convalida la necesidad, la pobreza es desconexión. Un filtro en el buscador. La diferencia es fecunda para el deseo, pero con la necesidad rompe el puerto. Leer un libro es condición de una libertad que en algunos no existe. Cuando impera la necesidad, el deseo es estrecho, y se empalaga muy fácil. Y la libertad de elegir cadenas, es por el momento nuestro único universo. Por eso leemos para qué, y no por qué. La literatura es entonces una rebeldía de la libertad. Esa otra, la del deseo. La de la bandera que suavizamos cuando permitimos que nos quiten la jubilación. Cómo si fuera un crimen solo sentarse a nada, a defender la propia inutilidad que trata al cuerpo como una máquina y a la mente como una medusa a vencer. Un enemigo de quién. La subversión se convirtió en un plástico sellado al vacío. De repente mi vieja me pregunta dónde vamos a vivir. Estoy tan pendiente del presente que el futuro me queda inopinable. La sensación que todo ha llegado a un límite que no puedo resolver, que tiene que ver con un contexto al que poco nos estamos rebelando.

fernando ortiz

Creí que era poesía, pero era mi mente desfragmentándose.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *