Anoche soñé que un cuervo se me subía. Al contrario del susto, me sentí reconfortada
Había un abrazo más parecido a mi color
«Se puede amar en la noche» me dijo, y conversamos. Le conté que estaba cansada de convivir con este cuerpo y me dió sus alas a modo de préstamo.
«Úsalas para bucear la muerte y custodiar las alturas con la entereza de estar por encima de lo real. Cuando lo logres, me las devolves». Se las acepté, le propuse a modo de trueque calzar la piel de quien vive rodeada de augurios crueles, disfrazados de positividad.
Los días siguientes con sus alas fueron reveladores. Seguí tomando mis pastillas, pero entendí que la gente de abajo a veces peca de superhumano. Cree poder solx cuando no conoce más que el suelo. Cree que acostumbrarse a la tristeza y pedir al otrx que no sufra es destino. Me sentí libre, en la oscuridad de la noche posada en una rama no se ven las mascaras.
La presencia del cuervo retorno en la siesta. Me pidió sus alas, me dijo haber comprendido que la luz también da claridad, pero que le gustaría poder fusionar los días.
Vivir un poco allá y un poco acá.
Yo les di sus alas y le agradecí. Siempre quise ser custodia de la luna, pero el ritmo de la vida siempre me obligó a dormir. Siempre había sido custodiada, y esa inversión de roles me hizo sentir la totalidad.
Brindé así porque en el día o en la noche, nadie tenga que sentir culpa por su pesar.
Brindé para que dejemos de negar la oscuridad con una mano extendida a la aceptación.
Soy Oriana, habito los opuestos o más bien ellos me habitan a mi.
Me gusta escribir ✍ todo lo que pueda decir para que no se enquiste en mi. Compartire aquí lo que escribo, poemas míos, reseñas de lo que leo, opiniones, etc.
La palabra es mi fusil en la trinchera