Eso sin nombre.

Che, ¿viste Perros de Reserva?

La volví a ver hace poco y me pegó foerte. Hay algo ahí entre Blanco y Naranja que no es amistad, ni hermandad, ni padre e hijo. Menos todavía algo romántico o sexual. Es como un amor puro, de esos que te agujerean el alma pero te llenan tanto como para desangrarte eternamente.

Tarantino los mete a estos garcas en un galpón con heridas de balas, sangre, mentiras y te dice: ‘Esto es quererse’. Y yo me puse a desarmarlo a ver qué onda.

Blanco es un chorro curtido en la vieja escuela, con un código raro pero firme, de esos que te cruzás en un bar y no sabés si te chamuya o si es un copado. Naranja, un pibe calculador, policía encubierto, que quiere ser el héroe pero se quiebra cuando se pudre la momia. Son totalmente opuestos. Blanco va con instinto de lobo solitario, cuidando lo suyo. Naranja juega de poli táctico, pero se le escapa eso de piyo, de calle. Ahí se complementan: Blanco ve en Naranja algo que lo sacude espiritualmente, Naranja encuentra en Blanco una verdad que lo divide moralmente: «Hay chorros buena gente.»

Hay una escena que me mata, en el auto, antes del asalto. Blanco le tira: ‘Si el dueño se retoba, le metés un culatazo. Si saca un fierro, tirale’. Como diciendo: ‘No tires por tirar, pero salí vivo de ahí’. Naranja escucha, lo admira, pero siente culpa porque sabe que al final lo va a terminar metiendo preso. Es chiquito ese momento, pero te muestra esa conexión de la que hablo.

Cuando todo se va al carajo, Blanco arrastra a Naranja baleado, agónico y bañado en sangre, lo abraza, lo cuida. Naranja no suelta su mentira, no solamente por el operativo, si no por miedo a perderlo. Se quieren, se sospechan mutuamente, se necesitan. Blanco admira que el pendejo se la esté bancando, Naranja se shockea con la lealtad del tipo.

Investigué un toque. Arthur Aron dice que hay un amor donde te agrandás con el otro, sin tocarse. Blanco y Naranja son eso. Un ‘amor de compañero’, de empatía, no de sexo ni romántico. Y Frankl dice que amar a alguien es hallar sentido en el otro. Ellos se calman entre si, en el caos que elijen vivir.

El final es re heavy. Blanco lo tiene en brazos, sirenas de fondo mientras la policía rodea el galpón, y Naranja le tira: ‘Soy policía’. Blanco le pone el arma debajo de la mandíbula. Duda, se quiebra en mil por su traición, pero le re cuesta apretar el gatillo. Ese segundo es todo: no es solamente un traidor, es su otro, su complemento. Es algo que no sabía que buscaba y lo encontró. Cuando dispara, lo libera de su traición y él se hunde en ese dolor de haber sido cegado por amor. Un amor jodido y puro.

Tarantino te lo tira en la cara: «Todos caen por guita o por ego, ellos por esto sin nombre. ¿No será que amarse así, sin razón, es lo más puro?»

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio