Ayer me preguntaste, hijito mío, cómo es el duelo. Lo que yo sé, te lo cuento.
Ya sea por la muerte de una persona, una mascota, una ilusión, el duelo siempre duele. Por eso es duelo.
Algunos definen el duelo como un proceso de adaptación a una nueva realidad. Tiene un comienzo y de alguna manera un final. Otros lo ven como un camino, imagino que porque nuestra emoción va de un lado a otro, buscamos sanarnos y sentirnos mejor y vamos transitando la vida hasta lograrlo. También podemos decir que es una respuesta emocional ante una pérdida y yo puedo seguir tratando de ponerle palabras y frases hechas. Hay muchas definiciones y explicaciones de lo que es, pero solo quien pasó por ahí sabe qué se siente, cómo se vive un duelo.
Por el duelo se pasa solo. Podemos compartir nuestros sentimientos, nuestro dolor, nuestra angustia, pero sigue siendo nuestra. Es personal. Es una puerta que se abre de pronto y no podemos elegir no atravesarla, podemos negarnos, podemos ignorarla, podemos cambiarla de lugar y hacer de cuenta de que en realidad no es nuestra puerta, pero hagamos lo que hagamos tarde o temprano nos damos cuenta de que ya la atravesamos y no hay vuelta atrás. Hay que aceptar lo que hay detrás y aprender a vivir con eso. Dicho esto, duele menos cuando la pena se comparte, cuando elegimos quién queremos que nos acompañe. Porque si bien a cada uno de los involucrados le duele de manera diferente, el duelo es el mismo.
Insisto en que si no duele, no es duelo. Si no duele no importó, no significó nada y dicho esto te digo también que hay mil formas de sentir dolor, mil formas de llorar, otras mil de sentir tristeza y nadie tiene porque ver la tuya si vos no querés que la vean, cada persona es libre de vivir su dolor como se le dé la real gana, si querés llorar todo el día o no derramar ni una lagrima; no bañarte por una semana o bañarte seis veces por día; estar siempre ocupado o acostarte en sillón y levantarte solo para ir al baño; estar en silencio o pasarte el día mirando Netflix y así puedo seguir dándote ejemplos. Lo que quiero que entiendas es que tu dolor es tuyo y solo vos decidís con quien lo compartís…
Te voy a contar un poco las fases del duelo, las más comunes, las que describió Elizabeth Kubler-Ross, allá por 1969, hay otros autores que describen 3, 7, 8 fases, yo elijo hablarte hoy de cinco.
La primera es la negación, el shock, como bien lo explica el nombre, nos negamos a aceptar que pasó algo, simplemente no pasó, no se murió: está de viaje; no me dejó: nos estamos tomando un tiempo; mi perro no se murió: se escapó no más; no me jubilo, voy a trabajar de otra cosa; no cierro mi negocio: es temporal. Quizás en algún caso sí puede ser temporal, pero hoy ya no está. Hoy ya no puedo ser quien era ayer, algo en mi vida cambió aunque yo no quiera. También negamos la importancia de la pérdida: “Ay, igual no nos queríamos tanto”; “Yo sabía que iba a pasar así que ya estaba preparada”; “No era tan importante”.
Después viene la ira que busca culpables. Nos frustra, tenemos que cambiar nuestra vida por culpa de su muerte, de su abandono. No necesariamente tiene lógica, puedo enojarme con una persona hasta por haber tenido un accidente: si hubiera mirado bien antes de cruzar, si hubiera comido más sano, si hubiera peleado más contra su enfermedad, si mi perro no hubiera sido tan callejero, si él no hubiera sido tan mujeriego, y etc. etc. etc… Así seguimos enojados por los hubiera, a veces ni siquiera nos damos cuenta de que estamos enojados, frases como: ¿Por qué me hizo esto?, ¿Por qué me dejó sola?, con todo lo que yo hice o dejé de hacer por la relación, ahora va y me deja, ¿Quién se cree qué es?, ¿Cómo va hacer o no hacer tal o cual cosa?. Y ahí quedamos, enojados con la persona que murió, enojados con nosotros mismos por estar enojados, enojados con la vida, con los astros, hasta con Dios, todo por el sin sentido que tenemos en nuestro día a día.
En el tercer acto entra la negociación. Tenemos la esperanza de que nada cambie, de que podamos seguir con nuestra vida como si nada, no es una negación, esto pasó, pero mi vida puede seguir igual. Podemos influir conscientemente para que todo siga como era antes. Acá vemos los qué hubiera pasado si… tal cosa, si yo hubiera hecho o dejado de hacer. Si hubiera llegado un rato antes o un rato después, si hubiera dicho algo o me hubiera callado, etc.. Preguntas que no tienen respuesta, pero que nos llevan a tratar de encajar el cambio en nuestras vidas.
Luego hace su aparición la depresión, nos genera desesperanza, empezamos a ver que esa pérdida es real y que nuestra vida ya no es igual. En esta fase hay un agotamiento físico y mental, hay impotencia. Aca vemos la irreversibilidad de lo que nos pasó.
Y llegamos por fin a la aceptación, nos adaptamos a nuestra realidad actual, recuperamos las riendas de nuestra vida, de nuestro día a día. Hay un estado de calma, ya nada es igual pero podemos seguir adelante.
Desde ya mismo te digo que las fases son móviles, son difusas, no tienen límites claros y se puede ir de una a otra, una y otra vez sin que eso signifique que tu duelo se está complicando. Sentir que estamos aceptando la pérdida y volver a enojarnos no quiere decir que todo empieza de nuevo. Es parte del proceso, cada persona va y viene de una fase a otra o incluso puede no pasar mucho tiempo en una y si mucho tiempo en otra.
Cada persona es un mundo. El duelo no tiene tiempo, no se resuelve en tres meses, un año o dos, cada duelo es personal y se vive como se puede en el momento en que se puede.
Quiero que sepas que éste momento no te define, éste momento no es toda tu vida y éste momento no es todo tu yo. Es solo un momento…
Gracias por leerme, cuidate, te quiero mucho.
Coach Ontologico, Transaccional y Cognitivo
Diplomado en Duelo, Trauma y Primeros Auxilios Psicologicos
Terapeuta en Duelo y Trauma