-¿Estás despierta? -susurre a su oído.
-Si. – dijo.
Yo no la podía ver.
Ni ella tampoco a mí.
Pero aún en la oscuridad sus ojos seguían penetrando en mí alma.
La tomé de la mano y le dije:
-Ya tengo que irme.
Sentí gotas caer sobre la almohada.
-¿Mañana volverás?
-Mañana voy a volver.- Y le di un beso en cada párpado.
Bebí de ella.
Me escapé por debajo de la grieta del piso.
La mañana se iluminó.
Yo volví al hueco.
Ella volvió a dormir.
Al despertar, no recordará nada.
Le dirá otra vez a su madre que tuvo un sueño extraño sobre aves y estrellas, pero omitirá la parte en que un hombre la besa.
Otro día volverá a pasar.
Y cuando la hora de los sueños llegue.
Volveré a escabullirme entre las grietas.
La despertaré.
Y ambos nos reconoceremos.
Incluso en la oscuridad.
Rocio Cabello-