Esa noche durmieron en los calabozos. Unas jaulas pequeñas en el sótano del castillo. Los fumigadores los llevaron hasta allí.

             Las Jaulas son para los niños mal portados. Bajaron por muchos escalones en medio de la oscuridad. La escolta solo llevaba un fuego algo adormilado por la hora.

             Llegaron hasta una puerta con viejos barrotes y con una leyenda sobre su marco: …

             Una mano seca y vieja salió de los barrotes con la palma abierta. “Que la luz se extinga…

             “…y el camino de mis pies que la oscuridad guarde”. Respondió el fumigador, y las puertas se abrieron hacia arriba. Los fumigadores llevan a los niños hacia adentro y cada uno es puesto en una jaula distinta. Unas cadenas los arrastran hacia la oscuridad de la caverna mientras uno de los fumigadores les dice “Bye, bye”.

             El camino rocoso termina cuando son elevados por las cadenas dentro de un hueco rocoso. Este daba a las afueras del castillo y era iluminado por la luz de la luna.

             Karen se queja por ser castigada. “Oh, genial, nuestro segundo día aquí y ya estamos castigados.”

             “No te quejes bonita” dijo otro prisionero al cual no se le veía el rostro por la oscuridad. “Hay quienes llevamos más tiempo aquí y no lloramos”

             “Quien sos?” le pregunta Val. A lo que el sujeto le responde palabra por palabra, balanceándose en el aire “A mi… también… me castigaron” y en su última palabra la luz de la luna lo ilumina dejando ver que era un cadáver.

             Los chicos gritan del miedo mientras las nubes que cubrían la luna se disipan dejando ver que la mayoría son esqueletos viejos.

             “Hay un chico guapo” Dice uno de los esqueletos tratando de tocar a Val. “Un chico con carne” dice otro tratando de tocar a Julen.

             Los tres se acercan y se abrazan tratando de escapar de las garras de los esqueletos. Estos querían comer su carne.

             “Basta!” Grita Karen. “¡Aquí debería haber niños, no esqueletos!”. Y todos se callaron

             “Somos niños” dice uno de ellos. “Si, yo soy Placido de segundo año “a””

             Todos comenzaron a presentarse. “Pero eso éramos hace mucho tiempo”. “Chicos, creo que nadie sale de aquí”

             Entre ellos había un viejo con un uniforme gastado. Se llamaba David o Denver. Estuvo preso desde hace 15 años. Este olvidó porque había entrado allí. Y daba gracias a dios saber que otras personas también podían ver a los esqueletos parlantes, pensaba que estaba loco.

             Val le preguntó si había forma de salir de allí, pero David no sabía explicarse. Daba vueltas entre divagaciones absurdas. Pero habló de un poder de atracción que tenía sobre el cobre. Dijo que trataba de alcanzar aquellas llaves de arriba con su atracción.

             Julen había notado que sobre ellos colgaba un conjunto de llaves. Eran la salida de las jaulas. Un oled lo había puesto allí apenas llegaron.

“Y por porque fueron castigados” preguntó Julen. Val le había hecho una seña para que los hiciera habar mientras el abría las jaulas. Los directivos solían abandonar allí a los alumnos mal portados, por siempre. El encantamiento del centro del planeta los mantenía vivos después de la muerte y el castillo no los absorbía.

Todos comenzaron a hablar sobre sus castigos. “A mí me castigaron por romper los vidrios del castillo, y ni siquiera estaba en clase ese día, estaba besándome con Tomy Palac en el baño.”[R15]

             “A mí me castigaron por pegar chicles en el salón de clases” Y todos comenzaron a reírse. Val entonces había podido desarmar el cerrojo de las tres jaulas

“A mí me castigaron por escribir mi nombre al revés” “Y cómo te llamas?” “Martin Martin, y escribir Martín Martín.” Y todos comenzaron a compadecerse de él. Hasta Julen se compadeció de él. Julen lo calmó y los esqueletos comenzaron a animarse entre ellos.

Cuando Val consigue las llaves David se emociona y festeja por su libertad luego de 15 años. Entonces los esqueletos se dan cuenta de que los chicos quieren escapar y abren sus jaulas, rotas por el tiempo, para atraparlos ahí por siempre.

Val se libera y libera a los demás, incluso al viejo señor. Los cuatro comienzan a subir por el hueco, perseguidos por los esqueletos. Pero un temblor gigantesco en la cueva estremece las cadenas y las paredes. Desde el fondo de la oscuridad, un esqueleto gigante aparece y trata de atraparlos.

Por el temblor, Julen queda pendiente de una mano y cae, pero es agarrado por Val, quien soltó la llave para poder agarrarlo. Karen trata de agarrar las llaves, pero estas son tomadas por el viejo, este se les sonríe y son abandonados abajo, mientras este se eleva con su poder de cobre hasta la salida del hueco.

Karen termina quejándose por haber confiado en alguien así. “No confíen en nada dentro de este castillo” recordaba las palabras de su profesora.

Los temblores eran cada vez más fuertes a medida que se acercaba el gigante del fondo. Val intentaba alejar a los otros esqueletos desmembrando sus partículas. Pero eso no era suficiente. El poder de Val era telequinesis de partículas atómicas, le era fácil mover partícula por separado y desmembrarla y volverlas a otro lado, pero ya no era telequinesis como tal.

Julen tomó el potenciador que Val cargaba. Lo rociaría todo sobre los esqueletos para que el poder de Val los desintegrara más rápido y a todos juntos. Esto les daría tiempo para subir sobre las cadenas.

Cuando llegaron a el hueco del calabozo podían ver entre las rejas el cielo por amanecer. El viejo aún seguía en la puerta intentando abrir con las llaves, pero era muy inútil para eso. Karen le arrebató las llaves y lo tiró al fondo del calabozo, mientras Julen intentaba abrir la puerta. El calabozo era anti-magia, por lo que los poderes de Val no funcionaban.

Un ruido enorme llegó desde lo profundo. El poder del potenciador se había revertido y los esqueletos se comenzaban a multiplicar hasta ascender a lo alto. Julen abre el calabozo y lo cierra, pero la fuerza de los esqueletos termina derribando los barrotes dejando una cascada de ellos fuera del calabozo.

Al salir de allí, los esqueletos ya no tenían vida, la anti magia del calabozo los mantenía con vida. De allí también pudo salir el viejo prisionero. Este les quiere agradecer por haberlo sacado de allí, pero los chicos enojados lo alejan hasta acercarlo al pozo para volverlo a tirar.

El viejo trata de persuadirlos, pero se da cuenta del resto de potenciador que había quedado en las manos de Val. Comienza a olerlo y le dice que hacia tantos años que no recordaba aquel olor. Un olor de cuando era joven.

De repente se puso contento. “Así que lo pudo lograr. Morgana es su profesora chicos, ¿no?”

Pero los chicos no entendieron. Le preguntaron si sabía que era este artefacto mágico. Y el hombre confundido dijo que cuando él estaba en su último año en omega, una de sus compañeras Morgana, especialista en pociones mágicas, le había mostrado su proyecto de tesis para recibirse como villana. Pero luego de caer preso, nunca pudo saber si se egresó como villana.

El hombre estaba feliz pensando que esta había logrado cumplir con su sueño. Val le muestra el frasco de la pócima para que lo reconociera. Si era su letra, pero no estaba avalado por omega. Este les dijo que podían saber más de ella en la biblioteca, ella dejaba sus investigaciones allí.

El día amaneció y los chicos se dirigeron al castillo, le ofrecieron al señor venir con ellos, pero al ver la luz del sol este se molesta y decide quedarse viviendo en el calabozo con los esqueletos destruidos.

“vengan a visitarme!”

“Sisi” “Ni lo sueñes.”

(Castigados en los calabozos descubren una pista sobre las trampas que se esconden detrás de Marko.)

Por Rocio Cabello