Los viejos, parece, se esconden
de la gente, de la lluvia, del frío,
como se puede refugiar un gato
bajo la mesa de un café.
Se esconden, digo, se escapan
corriendo al cine, llegan
muchos, todos, a borbotones
y se sientan con urgencia
exagerada, con anticipación,
cosa de poder conversar entre sí,
de hacer tiempo.