Y ahí estaba otra vez yo, sentada en el piso, recogiendo cada pedacito que se me rompió una vez más.

Recogiéndolos para después armarlos como podía. 

Pero ya no sabía cómo arreglar las piezas, eran cada vez más. Las tomaba y me cortaba.

Ya no las tomaba con cuidado, sentía el dolor en mis manos.

Y ahí, sentada en el piso, me di cuenta que ya no me afectan los pedazos rotos. 

Cada vez que algo se rompía dentro de mí, sentía algo. Sentía el dolor correr y me daba cuenta que seguía viva, que no estaba tan destruida. 

Cada vez que me rompía, me levantaba a reconstruirme y aprendía. 

Era doloroso pero necesario.

Una vez por ahí escuche decir: «A veces las cosas malas son necesarias para aprender» y es verdad, no se puede vivir sin romperse en el camino, sino, no estarías viviendo.