El rostro

de quien la tomaba de la mano

cambiaba con cada pestañeo.

Los conozco a todos

y sé

que ella no.

.

La rodeaba un mundo

que le era ajeno,

que era mi pasado.

Que amable la aceptaba,

que lejano me ignoraba.

.

Perseguí sus pasos

entre el mar

de nombres olvidados,

a su melena castaña

barriéndole los hombros,

insinuando la palidez

de su mejilla derecha

y el filo

de sus labios rojos.

.

Quisiera tanto hablarle

una vez más

en silencio.

Enjuagar el llanto

de aquellos soles tristes.

Olvidar las formas

que crearon este exilio.

.

Y sostener una esperanza

sobre esa mirada fugaz

que nunca hizo

y ahora no dejo de recordar.