El fuego se alza

por el este se alza.

Sus flamas carbonizan

las enaguas negras

de la noche.

.

Una rama se sacude

desgarrando el silencio

de la estación dormida.

Un zorzal canta

otro responde

y atraviesan el cielo

silbidos

como cañitas voladoras.

.

Veo el tren a lo lejos

dos luces huecas

acuchillando la penumbra.

Y detrás del tren

imagino

se abre el río.

Y sobre el río

escalando el Atlántico

sube el sol

rotundo como una verdad.

.

Una sentencia sorda

llevo en el bolsillo:

cuatro números y dos puntos

sentencia compañera

como acompaña el timón

al que se aferra un ahogado.

.

Explotan furiosos

los suspiros que calcinan

que coronan las siluetas

de las torres dormidas

y van develando

los trazos de vergüenza

que llevo en el rostro.

.

Retrocedo unos pasos

y me vuelvo de espaldas.

En el horizonte aún puedo ver

cómo escapa

horrorizada

la noche.

Subo al tren y la persigo.

Con los ojos cerrados la persigo

sólo por ver si vuelve

dentro mío

la noche.