Asomarse de modo distinto a cuanto es ser y vida en la tierra

En el Decenio de las Lenguas Indígenas 2022-2032

Si no veo la práctica cultural de una lengua, ¿esta existe? Esta paráfrasis de la reflexión filosófica de Berkeley no es tanto una nueva reflexión filosófica, sino una pregunta retórica que apunta a repensar el trabajo del investigador que va al territorio a encontrar pruebas de que determinada lengua sigue viva o, mejor expresado, si puede tener un intercambio con un hablante de esa lengua.

Lucía Golluscio, en diálogo con Página/12 (2019), reflexiona sobre cómo los investigadores en oportunidades se ponen la bata de médicos para declarar la defunción de una lengua que, probablemente, no hayan podido conocer por el propio autocuidado practicado por las comunidades hablantes. La misma UNESCO declaró extinto al vilela, quizás porque no desarrolló una tarea etnográfica que le permitiera dar con Don Mario, que como tantos otros, tuvo que elegir el español como lengua hegemónica para no sufrir los embates del colonialismo sociopolítico.

Según el sitio web lenguawichi.com.ar:

Antes de la conquista y colonización, se hablaban unas 35 lenguas indígenas en el territorio argentino, de las cuales más de la mitad ha desaparecido. En la actualidad, se reconocen unos 20 pueblos indígenas hablantes de, al menos, 17 lenguas nativas, agrupadas en 7 familias lingüísticas y con diferentes grados de bilingüismo y contacto con el español.

Entonces, algo es certero: sea que una lengua “muera” o no pueda preservarse con documentación e investigación, “la humanidad se empobrece”, como cierra Miguel León Portilla su poema “Cuando muere una lengua”. La diversidad cultural se debilita a merced de las prácticas de dominación cultural y simbólica que han perfeccionado quienes en otros momentos históricos han sometido a los pueblos derramando sangre en el camino.

Los usos de la lengua “tienen implicaciones sociales atravesadas por formas de poder y legitimidad (Gal 1989, como se citó en Codo et al.,2012)”, lo que confirma y sostiene Golluscio a partir de su experiencia de campo, dando cuenta de que los hablantes de lenguas indígenas prefieren emplear el español para comunicarse no sólo por la legitimación social que ello implica, sino por las consecuencias que puede acarrear expresarse en la lengua de su pueblo y el instinto de supervivencia dentro de una sociedad que les ha empujado a la marginalidad.

Cuando los hablantes optan por el silencio y el “disimulo” como forma de resistencia de su propia cultura frente a la dominante, es cuando se pone en juego el valor de un investigador sociolingüística con perspectiva etnográfica, de patas y pluma en el barro, que pueda involucrarse en las comunidades y en el territorio con compromiso social, comprendiendo que “sólo una sociolingüística de prácticas cotidianas ancladas en procesos sociales puede dar cuenta del uso del lenguaje en sus múltiples dimensiones y explicar, en definitiva, su naturaleza” (Codó et al., 2012).

Bibliografía

Codo, Eva, Patiño-Santos, Adriana y Unamuno, Virginia (2012). “Hacer sociolingüística con perspectiva etnográfica: retos y dilemas”, en Spanish in Context, 9 (2), pp. 167-190.

Esteban, P. (23 de octubre de 2019). “Nadie deja de hablar una lengua porque quiere”. Página/12. https://www.pagina12.com.ar/226707-nadie-deja-de-hablar-una-lengua-porque-quiere

Lengua Wichi (s.f.). “Lenguas Indígenas de Argentina. https://lenguawichi.com.ar/diversidad-linguistica/lenguas-indigenas-de-argentina/

León Portilla, M. Cuando muere un poema.

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