Tic tac, son altas horas de la madrugada. El reloj está colgado en la pared de la sala, como todas las veces en que me quede aquí, pero esta es la primera noche en que no me permite dormir. No es el sonido, su sola presencia me molesta, por más sigilosa que pueda ser. Quiero acercarme a él como quién está por contar un secreto y manipular con discreción sus manecillas para soltar un suspiro que dure otras mil noches. Solo después cerraré mis ojos y antes de caer en sueños desearé volver a escuchar tic tac.