Ellos hablan de amor como si lo enterieran, pero no estaban ahí. No vieron lo que pasó entre nosotros; lo que era nuestro. No sintieron la manera en que el silencio era suficiente, cómo esas noches en las que no había palabras, pero todavía había algo más grande. Algo que ni él ni yo intentabamos explicar.

Recuerdo el temblor de nuestros cuerpos, pero no era miedo ni frío. Eran sus manos fuertes envolviendo mis hombros, el calor de su respiración en mi oído y la suavidad de mis besos en su cuello.

Si había algo en mí, era para ser envuelto en su abrazo, para ser acariciado por su ternura.

Si yo tenía un nombre, era para ser pronunciado por sus labios.

Si yo habitaba un cuerpo, de carne y hueso, era para ser tomado por sus brazos.

Si mi existencia coincidia en tiempo y lugar con él, era para que me reclamase como suya.