quiero que tengás la codicia tan furtiva de quebrarme la jeta a besos, pues me vas a confesar que hace tiempo tenés apetencias de corromperme hasta el fallecimiento.
quiero que en una de nuestras tantas revelaciones noctámbulas me digás que no habrá nadie más que pueda evocarte decadencia fecundada encima de cavilaciones iracundas.
pretendo contemplar tu adosada piel
teñida en madera de ebano
esculpida en amatistas idílicas
y atisbarte con tanta vulnerabilidad hasta sentirme embriagado por tu repulsiva esencia.
codicioso estoy por flotar en tu inmensidad oceánica, y como una ensoñación efímera escuchar de tus belfos pulverizados “sos todo lo que yo pretendo».
la avaricia me consume.
una hambruna de vos tengo,
no sé qué hacer con este vicio tanguero
en medio de esta adicción infernal.
un fervor patriótico tengo a esta fábula
aglomerada de chácharas, crónicas de un pibito alucinando con despatarrarte.
Gardel me canturrea al oído composiciones blasfemas envilecidas cuando te lloro tanto amor.
cállate, cállate un ratito.
sos vos Malena, entre tantos bandoneones seducidos hace varios ceniceros.
empalmado estoy a extrañarte en la mezquindad de una atmósfera primitiva. fulminante y desvivido,
cómo me hacés mariconear…
dentro de mi catre aterciopelado,
anochece en mi porteña incertidumbre paranoica.
me estás matando. ¿sabés vos?
si te fijás bien, preferiría sucumbir a tu frenesí místico, que morir en el analfabetismo de tu sadismo fraternal.
yo sigo acá, en la ciudad de la angustia.
eyaculando calumnias en madrugadas
que no aprenden a convivir con tu destreza emigrante.
échame a trompadas si querés.
ódiame que me piro de vos,
que no me alcanza tu ausencia para extirpar quirúrgicamente esta devoción, esta discordia.