Exhausto arrojé mi reflejo en lo profundo de un par de ojos infinitos, en causas urgentes y cigarrillos mal armados. Parezco un pedazo de sombra yéndose por veredas despiertas hacia un mar de trenes repletos que ya no paran en estas estaciones abandonadas, quebradas de sombra, abiertas de olvido, lucecitas de abril, parpadeantes, sonriendote o eso parece a lo lejos. 

Soy los atardeceres que gotearon por entre los renglones de biblias abiertas en páginas vacías, amuletos para olvidar pasados perfectos. Soy el cosmonauta que perdió el rumbo y aprendió a nadar al hundirse en profundidades, en bosques y agujeros negros, en estrellas muriendo, en aterrizajes forzosos, en ojos infinitos y fábricas cerradas. 

Escribí tu nombre en un papel, le puse fecha.

 Mis santos ya no tienen milagros, mi angustia tiene tu nombre en la piel, mis días se evaporan en pasillos largos, yo te hablo de cerca aunque estés lejos. 

Teléfonos que suenan de madrugada. 

Trenes pasando cortando la noche más oscura en dos, en cien.

Cosmonauta cayendo para siempre, sin encontrarse, apagándose, ya es tarde, ya se fue.