Siempre que Ciro me llamaba o me mandaba un WhatsApp para venir a mi casa yo le decía que si. Había sido una persona que me había sacado de una depresión post ruptura amorosa, y también la segunda persona con la cual yo había tenido sexo.

Me fue imposible no aferrarme y, pese a que me había dicho que no quería “arruinarme”, ya que era una persona que rompía todo lo bueno de su vida, me fue inevitable.

Ahora que lo pienso, la verdad es que lo quise.

Estuvimos en una pseudo relación unos 8/9 meses. Tengo la sospecha de que se alejó a propósito para lo fálseme más de lo que ya estaba , pero la verdad es que yo, en mi soledad quería un poco de calor. Un poco de esa sensación de que le importaba a alguien. Un poco infantil de mi parte,  pero es que a mi la soledad en las noches me desesperaba.

Aquella noche venía pasando sin pena ni gloria hasta que a eso de las 10pm me mandó un mensaje. 

Hacía un buen tiempo que no hablábamos, pero él sabía que cada vez que me mandaba un mensaje yo le respondía. Y esa noche le dije que viniera. Me era inevitable no querer sentir su piel, y siempre habíamos tenido una química excelente.

Llegó a eso de las 00am y hasta el momento que tocó el timbre de mi casa yo estaba nerviosa, intranquila. Cuando le abrí la puerta me comió la boca de un beso. Recordaba el calor de sus labios, sus anteojos culo de botella, su porte de jugador de rugby. Le ofrecí las porciones de pizza de ayer que tenía en la heladera y no las quiso, así que sin mediar muchas palabras, subimos hacia mi habitación.

Lo noté medio intranquilo, medio “perturbado”. El primer round fue impecable, se notaba la química entre nosotros. Pero ya desnudos en mi cama viendo videos de música vieja fue que me preguntó si podía fumarse un faso. Yo le dije que no me molestaba, pero que abriera la ventana, estábamos en verano, no me molestó.

Hasta ese día yo no había visto a nadie drogarse. En mi familia eso era un tema prohibido, del que no se hablaba y que estaba mal, aunque en mi mente lo veía como el tabaco, algo que hacen los demás, pero que yo no hacía.

Volviendo a esa noche,  se fumó unas 4/5 secas al lado de la ventana, charlamos un poco, nos reímos, volvimos a hacer el amor con la pasión intacta, la piel, los cuerpos, las lenguas. No dejamos rincón del cuerpo del otro sin recorrer.

Al terminar me miró, y suponiendo una complicidad, se paró, fue hacia donde estaba su pantalón en el piso, agarró su billetera de uno de los bolsillos traseros y me dijo: “Me voy a dar un saque, ¿Querés?”

Yo me quedé anonadada. No esperé algo así, y para disimular un poco mi sobresalto fue que le dije que no quería.

Buscó entre la billetera y sacó un billete de diez pesos doblado en varias partes, lo abrió cuidadosamente y ahí estaba el polvo blanco. Le dio una esnifada, se limpió un poco las fosas nasales y siguió como si nada.

Creo que hicimos el amor una, dos veces más, y se fue. Me dejó con una sensación extraña. 

Tengo la teoría de que no quería estar en una relación conmigo por miedo a sus demonios que, esa noche, lo atormentaban bastante, y más por las noches.

Después me enteré de que estaba en una relación con otra persona, hasta se fueron a convivir, se veían felices.

¿No habrá teñido miedo de herirla a ella también? ¿Sus demonios lo habrán dejado de atormentar?

Cada tanto en mi celular aparece un mensaje suyo. Una vez me dijo que necesitaba mandarme mensajes aunque supiese que yo no le iba a contestar, pero que se yo, jamás se dio la oportunidad de probar otr