Lo reiterado de lo indeseado ha convertido la tolerancia en la medición de lo decadente, mientras más alta esté, más sumergido en la decadencia me encontraré. La presión se va volviendo el colchón de mis descansos, donde despierto admirando las profundidades más opacas como días soleados de un verano frívolo, con calores nunca habidos, dejando los respiros para otra estación jamás venidera.
Pensamientos destructivos abundan, suplicando por romper algo, todo con tal de lograr sentirse identificado con ello. Buscando una salida en lo hondo, alejándose de todo rastro de oxígeno, aún cuando anhela un respiro. Con resultados inexistentes, impulsado por un consuelo de tonto, alegando solo ser una mala racha que se ha extendido por veintitantos años.
Tonto el consuelo, tonta la salida, pero aún más tonto será que si al dormir una vez más amanezca pensando que el tonto haya sido yo, por haber esperado un aire de esperanza en un momento de asfixia.