Otro día de clases donde la música marca el ritmo de mis pasos, desafinando siempre en el medio, pero siempre recordando la melodía con mucha nostalgia.
Como de costumbre llego tarde, me reprocha la profesora Vida, estricta y rigurosa, brilla en matemáticas enseñándome mucho a restar.
Veo algo distinto al resto del salón, quizás sea porque me confundí el uniforme destinado al hoy, o también porque no compartimos el compás, vaya quien a saber. Tal vez no debería hacerlo, pero pido perdón.
Tengo mucho sueño, culpo al ambiente tan aburrido, aprovecho y lo uso de excusa para ir al baño a lavarme la cara. Allí es donde hablo seguido frente al espejo y de esa forma recordarme que hay alguien que también escucha el suave sonido del bajo. Me interrumpe el portero, reprochándome por no haber limpiado el baño, no entendí sus motivos, pero lo hice ya que dijo “por favor”.
Llego al salón para combinar mi silencio con su monótono ruido, una situación algo absurda y sedante, caigo bajo los encantos de esta reiterada instrumental, quedándome dormido. Me despierta esta famosa docente, y me pregunta si otra vez hice el aseo, no conteste, continuó con su estribillo estelar: “señor usted no aprende más”. Sonreí, asentí y dije: “no me gusta el rock and roll”.
Mañana, de nuevo a clases, esta vez compartiendo de ropa con mis compañeros, sintiéndose muy apretado e incómodo, suspiro contrastando con el unísono murmullo del salón, y termino la estrofa afirmando lo mucho que me gusta el jazz blues.
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