Habia un avismo entre
el dicho y el hecho,
mi mente era el lecho
de todo esas mariposas abandonadas
a consciencia por la imposibilidad
de mirarlas a los ojos.
En la noche eran ellas las que me cazaban
en la penumbra,
desgarrandome la piel.
Presionaban contra el afuera,
punzantes, hasta el punto de sentir
que el estallido era inminente.
Por dentro, huracán y tempestades,
con esporádicos momentos de serenidad,
que aquellos espectadores, no conciben.
Las manos entumecidas,
los musculos preparados para dar el golpe,
para salir corriendo,
para escapar
de eventos que ya no me amenazaban
más allá del recuerdo.
Escribir como herramienta de autoconocimiento, conexión con el otro y exteriorización de lo humano.