Carta de pasto

No me acuerdo la ultima vez que pude sentir tanto el corazón como ahora,

ni la ultima vez que mis manos se estiraron sin chocar

con un aire hirviente y destructivo.

Ella parece agarrar mi cara y besarla,

con calma propia y ternura,

con la autoridad suficiente para despojarme,

para romper la barrera

que nos siente mi piel.

Abre mi pecho y descose

lo que no fluye en sintonía

¿Cuánto de mi puede reconocer?

¿Cuánto de mi puede sanarse?

Ordena:

levanta mis brazos,

suelta mi cabello,

expande mis pulmones,

estira mi espalda,

deja detrás de mi oído una idea

y me vuelve traslucida, liviana.

Decidí caminar:

mis piernas hormiguean,

la lluvia vuelve a su lugar en el tiempo

Mi alma reclama

 a mi cuerpo que vuelva

a donde sea, ella reconoce

que es su lugar en la tierra.

Destino suave,

belleza fragmentada;

lo que haga sentido a mi respiración relajada,

el pulso en pausa

y los pies estirados

que acompañan

los pulmones

parecen despegarse del alquitrán

las palabras

de mis dedos

todo el peso

de mi cuerpo

Dejo un suspiro que consiente,

sin mediar nombres

sea quien sea,

que tome mi alma como entrega

y la mantenga pura y ligera

la tome deseante e inmóvil;

y que ignore

que no responda

a los restos de la erosión

que invaden,

y me deje limpia

merecedora

de su presencia en rocío.

 Mi piel atravesada

y mi pecho pecho drenando con cuidado,

rojo sobre el papel,

restos de la ciudad que condena.

¿Vas a mostrarme la vuelta a casa

o librarme del hastío de la rutina?

¿Sos la misma que ordena a mi cuerpo

caminar por las huellas

de un solo sentido

hacia el origen de mi ser?

Deje toda la basura en cama,

salí de prisa; la bitácora que escribo ahora solo existe en mi mente,

 la recito en voz alta,

corro gritando,

el viento me acuna y rompe la coraza.

El tiempo le da la mano,

juega a su favor

 ella le da permiso de soltarme,

con la condición de que le escriba un poema de amor:

siendo lo más humana y redundante posible,

sabiendo que dejo esas palabras

para perderlas para siempre,

le hablo de magia y del beso,

le explico lo de la piel impenetrable,

le dibujo la basura de mi cama,

y delata el dolor una pregunta

¿Va a soltar mi mano cuando despierte siendo ajena?

¿Cuándo mi cultura me devuelva a mi aldea?

 Pero ella, entre el sueño y la muerte,

con mis muñecas atadas

y mi manera errante humana de no saber parar:

Abre mi pecho y descose

prende un fuego en la armonía

¿Cuánto de mi puede reconocer?

¿Cuánto de mi no puede sanarse?

Ordena:

baja mis brazos,

moja mi cabello,

expande mis pulmones,

acomoda mi espalda.

Deja detrás de mi oído una idea,

que todavía no entiendo

y me vuelve traslucida, liviana.

¿Será demasiado culpar a mi condición humana

o será lo justo para escribir un poema de amor?

Antes que caiga la noche y la oscuridad haga obra,

antes que el viento se calme

y la tierra no se entrelace entre mis dedos,

sentencio de nuevo, traiciono lo que creí ser

Solo era piel lo que nos mantenía alejadas,

solo era castigo la periferia,

y un destino no alerta:

te tiene besándome,

con un cuerpo entregándote su esencia,

con mi alma siendo liviana.

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