Quiero escribir algo que aterre. Que revuelva el estómago. Algo que no pueda ser leído dos veces. Que las palabras sean tan nefastas, las imágenes tan horribles, los olores tan nauseabundos, que todo haga sudar. Quiero escribir algo que aterre. Que logre hacer que mires hacia atrás. Porque siempre puede haber algo ahí. En el rabillo del ojo. Algo se movió, ¿o no? ¿Te miraste en el espejo? Si te mirás fijamente el reflejo va a sonreír. Si miras abajo de la cama, algo vas a encontrar. Si no cerraste la puerta de tu pieza, ¿que estás esperando? Quiero decirte que lo hagas. Hacelo. Porque ese ruido es mucho más que tu corazón latiendo, y tu cabeza dándote mil respuestas. Y cuando te vayas a dormir, vas a sentir el peso de alguien en tu cama, la puerta del placard abriéndose, pasos en las escaleras.
Quiero escribir algo que aterre. Que presione el pecho. Algo que haga que seamos conscientes de la sangre que nos corre en las venas, de las bacterias que nos carcomen la cara, de cada célula muerta que albergamos. Escribir con palabras, con gritos. Algo que haga que te levantes a prender la luz. Algo que haga que llores, del pánico. De la angustia.
Como ver una sombra estando solxs.
Como escuchar el llanto de un gato en la ventana.
Como esperar un mensaje que nunca llega.
Quiero escribir algo que aterre.
Como juntar valor por meses, querer hablar, gritar, tomar impulso, arrancarse el corazón del pecho, desangrarse, decir te amo
y que te respondan: yo no.
22 años. Bahía Blanca.
Siento cosas. Y cuantas