No hay tal espera.
Veo con ambos ojos que todos se mueven
que todos van, que todos persiguen,
que todos tranquila, desesperadamente,
esperan por algo.
Yo no tengo tiempo.
No hay tal espera.
Veo que todos se mueven como si tuviera sentido
y yo estoy quieta.
Quieta mientras veo a todos moverse.
quieta,
con los pies clavados en la tierra,
en la planicie.
Mientras camino por la planicie
imagino
siento la necesidad
de tirarme a descansar
en cualquier parte
en la vereda
en los canteros
en cualquier puerta de cualquier casa
y no ser buscada
ni preguntada.
Solo tirarme a descansar.
Imagino
cómo se doblan mis rodillas mientras camino
y el peso se desvanece
mientras me dejo
tirarme a descansar,
sobre la planicie blanca del mundo
agitado como siempre.
Yo, un cuerpo derrotado en la planicie
con muchos puntos negros alejándose.
Cabezas de colores con ojos fijos al frente,
caminando despacio hacia lugares nuevos.
Y yo, quieta, sin tiempo de espera,
porque decidí parar
y no sabría avanzar de nuevo
ni me interesa.
Tirada en la planicie,
no hay tal punto de llegada para mí.
No hay tal espera.
Simplemente para algunos
no hay camino ni llegada ni propósito
ni ganas de seguir.
Porque aunque me contradigan,
las ganas son un propósito,
el deseo es un propósito,
la lógica fría es un propósito,
y la espera.
Esta espera que no es mía.
Yo no espero nada.
Solo puedo tirarme a descansar
en el suelo blanco que conozco
desde que tengo memoria.
Nunca quise tanto
que mis rodillas se doblen
a cada paso que doy.
Para no llegar a ningún lugar;
para no esperar lo imposible.