Girando y girando, en un círculo creciente,
el halcón ya no puede oír al halconero.
Las cosas se derrumban, el centro no resiste;
total anarquía se desata sobre el mundo.
La marea nublada de sangre se desata,
se ahoga en todas partes el ritual de la inocencia.
Los mejores carecen de toda convicción,
los peores rebosan energía apasionada.
Seguramente una revelación está próxima;
seguro el Segundo Advenimiento está próximo.
¡El Segundo Advenimiento! No bien las palabras
han sido pronunciadas, cuando una vasta imagen
del Spiritus Mundi me turba la visión:
en algún punto en las arenas del desierto,
una forma, cabeza de hombre y cuerpo de león,
mirada vacía e implacable como el sol,
mueve sus lentos muslos, mientras airadas sombras
de aves del desierto la circundan por doquier.
La oscuridad cae una vez más; pero ahora sé
que hubo veinte siglos de un sueño imperturbable
que una cuna, al mecerse, arrastró a la pesadilla.
¿Y qué bestia salvaje, cuya hora llega al fin,
se dirige encorvada a Belén para nacer?
Traducción de Ana Inés Aldazabal