Es hora de hablar de la expresión corporal más noble de todas: la sonrisa.
Y hablo de expresión corporal y no facial, porque el cuerpo también sonríe, nace en la boca, pero contagia a cada parte del órgano más grande del cuerpo, la piel.
Y ojo, ¿por que solo nos remitimos al cuerpo? Cuando una sonrisa, cuando es la correcta, cuando es la de esa persona, nos penetra hasta el alma. No hay gesto de amor más grande que una sonrisa verdadera, una espontánea, así como un beso, la sonrisa que robamos o nos roban. Hay de todo tipo, la sonrisa cuando vemos a mamá/papá feliz, cuando vemos a los nuestros triunfando, cuando nos sale eso por lo que tanto nos esforzamos, y la sonrisa cuando la vemos a ella/él. En particular a mi me gustan las sonrisas de dientes chiquitos, las que achinan la cara, las que van desde los labios hasta los ojos. Me quiebra por completo las defensas, derrite el hielo, derriba las murallas, me aflojan las piernas. Soy fanático de la gente que se ríe, las grandes, las chiquitas, las risas, las sonrisas y las carcajadas. 🙂