Traición y traducción se parecen mucho: algunos poemas traicionados de Sharon Olds en «La materia de este mundo»

Las hermanas del tesoro sexual

Tan pronto como mi hermana y yo escapamos 

lejos de la casa materna, todo lo que quisimos hacer fue

coger, borrar

su pequeño cuerpo de gorrión y 

sus flacas piernas de grillo. ¡El cuerpo de los hombres 

era como el cuerpo de nuestro Padre! Las masivas piernas, flancos, muslos, la estructura masculina de las caderas, rodillas, pantorillas —

podríamos haberlo tenido a él ahí, la caída prohibida

de las nalgas, atrás de las rodillas, la verga 

en nuestra boca, ah, la verga en nuestra boca.

                      Como exploradoras que

descubren una ciudad perdida, nos volvimos 

locas de alegría, desvestidos los hombres

lenta y cuidadosamente, como si 

develar artefactos enterrados 

probara nuestra teoría de una cultura perdida:

que si Madre decía que no estaba ahí, 

entonces ahí estaba.

Acusación de Oficiales Senior

En el pasillo sobre el hueco de la escalera

mi hermana y yo nos encontrábamos de noche

ojos y pelo negros, cuerpos

como gemelos en la oscuridad. No hablábamos de

los dos que nos habían llevado allí, como generales, 

por sus propias razones. Nos sentamos ambas, compañeras en 

la guerra fría, su vivo cuerpo la prueba de 

mi cuerpo vivo, nuestras espaldas al agujero 

leve de las escaleras, abajo de donde

tendríamos que ir, sabiendo nada

más que lo aprendido allí, 

para que ahora, 

cuando pienso en mi hermana, los agujeros de las agujas

en sus caderas y en los pliegues de sus codos, 

y las marcas de golpes de su esposo doctor, 

y las cicatrices de sus operaciones, sienta 

la furia de un soldado parado frente al cuerpo de alguien

enviado a la línea fronteriza

sin entrenamiento 

o arma. 

En el subte

El hombre joven y yo nos enfrentamos.

Sus pies son enormes, en zapatillas negras

atadas con blanco en un complejo patrón como

una serie de heridas intencionales. Estamos atrapados

en lados opuestos del vagón, un par de 

moléculas atrapadas en una rabia de energía

moviéndose rápido a través de la oscuridad.  Él tiene

(o mi blanco ojo imagino que tiene)

la fría mirada casual de un punga, 

alerta debajo de párpados caídos. Él está vestido

de rojo, como el interior de su cuerpo

expuesto. Yo visto pelaje viejo, la

piel total de un animal arrancado

y usado. Yo miro su cara desconocida, 

él mira el abrigo de mi abuela, y no sé

si yo estoy en su poder—

él podría tomar  tan fácilmente mi tapado, mi 

cartera, mi vida—

o si él está en mi poder, la manera en que yo

estoy inventando su vida, comiendo la carne

que quizás el no coma. Y él es negro

y yo soy blanca, y sin quererlo o intentarlo

debo beneficiarme de nuestra historia,

la forma en que él absorbe los rayos asesinos

del corazón de la nación, como algodón negro

absorbe el calor del sol y lo sostiene. No hay manera

de saber cuán fácil esta piel blanca

hace mi vida, esta vida,

vida que él podría quebrar tan fácilmente, la manera en que yo

pienso que su propia espalda se quiebra, la

furia de su alma que al nacer fue negra y

fluida, rica como el corazón de una semilla

lista para crecer en cualquier luz disponible.


Tarde el poema a mi padre

De repente pensé en vos

como un niño en esa casa, los cuartos sin limpiar

y el hogar caliente con el hombre frente a vos, 

en silencio. Te moviste por el aire pesado

en tu belleza física, un chico de siete, 

sin ayuda, listo, había cosas que ese hombre

hacía cerca tuyo, y él era tu padre, 

el molde del que fuiste hecho. Bajo el 

sotáno, las barreras de manzanas dulces, 

tomadas en su esplendor del árbol, podridas y 

podridas, y pasando la puerta del sótano

el rápido correr y correr, y algo 

no te fue dado, o algo fue

tomado de vos, con lo que naciste, sólo para que

incluso a tus 30 y 40 vos prepararas

el aceite medicinal en tus labios

cada noche, el veneno que te ayudaba

a caer insconciente. Yo siempre pensé que

el punto era lo que hiciste en nosotros

como un hombre adulto, pero luego recordé a ese

niño siendo formado frente al fuego, los

pequeños huesos dentro de su alma

doblados como fracturas verdes, los pequeños

tendones que sostenían al corazón en su lugar, 

quebrados. Y lo que te hicieron a vos

vos no lo me lo hiciste a mí. Cuando te amo ahora, 

me gusta pensar que le estoy dando mi amor

directamente a ese chico en el hogar caliente, 

como si pudiera llegarle a tiempo. 

(traducciones libres de los poemas de Sharon Olds, en la creencia de que traducir es traicionar al lenguaje y crear un mundo a partir de él)

   

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio