Siempre estaban en la puerta del cajero automático del Banco Ciudad. La madre adolescente con sus dos hijos: una nena de unos cinco años y un varón de unos nueve aproximadamente. Ella abría la puerta a los que entraban o salían y algunos le daban limosna. Cuando necesitaban ir al baño, los tres cruzaban al café de la esquina, pero ahí no mendigaban, porque solían recibir alguna medialuna o factura que les daban los mozos.
Mientras esperaban a la madre, miraban deslumbrados, como otro chico en la salita de juegos manejaba una locomotora, cospeles mediante. Luis, el padre que vigilaba a su hijo, los invitó a que subieran a los otros vehículos.
El mayor respondió automáticamente: – Nosotros no podemos.
Si pueden, yo los invito, pasen y jueguen.
Los dos chicos después de una indecisión, aceptaron y tuvieron su momento de mayor felicidad del día.
La madre, al salir del baño los retó con firmeza por el atrevimiento de entrar en la sala de juegos, pero Luis le dijo que eran sus invitados. Es más, le aclaró que los conocía de las veces que iba al cajero automático.
La madre adolescente, con el rostro envejecido, le devolvió una sonrisa de una ternura inesperada. Lo sorprendió tanto, como la actitud de los chicos de aceptar con resignación, que no les correspondía compartir un lugar de juegos con su hijo.
Comentó la anécdota con su esposa y una pareja amiga, cuando volvió a la mesa que reservaron para ver en pantalla gigante el clásico de Boca-River.
Luís tenía una mente volátil y solía desconectarse de su entorno para sumergirse en fantasías visuales, pero prefería no compartirlas para que no lo confundieran con un mitómano, porque la gente suele ser prejuiciosa.
Por un momento se sintió Mahatma Gandhi, un benefactor de la humanidad: ¡Mahatma Luis que grande sos! ¡Mahatma Luis cuánto vales! ¡Mahatma Luís gran conductor!
En su mente desfilaban imágenes de multitudes de menesterosos, andrajosos, borrachos, consumidores de paco y niños descalzos, incluso algunos que levantaban muletas saludándolo. Todos exclamaban: ¡gracias Luis! Los seguía la banda de cumbia La T y la M, que ya había homenajeado a la Selección cuando ganó el Mundial. Se había convertido en Messi.
En realidad, Luis solía escaparse en ocasiones de la rutina más conservadora, con estos arrebatos de sorprendente generosidad y soñaba despierto como un personaje de García Márquez, improvisando discursos elocuentes: – Gracias a todos, cualquiera haría lo mismo en mi lugar. No importa que sean mugrientos, miserables, brutos, ignorantes, chorros, narcos o prostitutas. Todos somos semejantes y debemos tratarnos como si fuésemos iguales.
La vecina Claudia, lo despertó de su ausencia con una cuota de venenosa crueldad, por su comentario del gesto humanitario en la salita de juegos: – Siempre fue así. Si naces en una villa zafas si te destacas en alguna cosa: futbolista, boxeador, cantando cumbia o si es una mina que está buena, mostrando el culo en televisión. Pero lo más común es que terminen siendo chorros, prostitutas o narcos. Estas negras se llenan de hijos y viven de los subsidios. Lo que pasa es que vos les das una moneda para no sentirte culpable, pero eso es una ridiculez, no van a dejar de odiarte.
Luis había sido interpelado como sucesor de Gandhi, pero no era un problema para él, podía reconvertírse en Cavani haciéndole el gol del triunfo a River en el monumental o en el Dibu, atajándole un penal a los franceses. La gloria siempre estaba al alcance de sus fantasías, pero es inevitable enfrentar detractores cuando disfrutas en vigilia de sueños exitosos.
En ese momento entró a mendigar al local, un hombre joven con muletas. Ninguno de los mozos se atrevió a señalarle el camino de salida, a pesar de que algunos clientes se mostraban incómodos. Claudia asumió como abanderada del movimiento de resistencia contra los alteradores de la paz social gastronómica. Era un momento inoportuno en que llegaban una pizza napolitana y las cervezas bien heladas.
Para variar, ahí viene el rengo a mangar como siempre. Cómo pueden dejar entrar esta gentuza.
Guadalupe, la pareja de Luis no compartía ese punto de vista sociológico.
¿No te dan pena los chicos, tampoco ese pobre hombre? Por favor, un poco de compasión, le falta una pierna. A veces me pregunto quiénes son los verdaderos
miserables.
¡Ah bueno, seguimos con las mismas discusiones del colegio secundario! ¡Se viene la izquierda caviar de Barrancas de Belgrano! Ahora yo tengo la culpa de que estas conejas se carguen de pibes, que no saben ni siquiera con quién los tuvieron y hay que bancarse tu discurso demagógico progre de cliché de siempre. ¡Pero por favor!
¿Qué pretendes con esta gente, que no califica para ningún trabajo y ni siquiera lo está buscando? En Los Miserables, el personaje de la obra de Víctor Hugo, era un genio y no hablaba como estas bestias que viven de los subsidios. Sólo robó un pan, pero mira después a lo que llegó, este en cambio es un rengo de mierda.
Luis, que de tanto en tanto bajaba del limbo, acotó divertido: – Además, como si eso fuera poco, hablaba francés. Necesitamos pordioseros con glamour.
Claudia ignoró la broma, pero Guadalupe tomó nota del tono encendido del discurso y esperó que Claudia hiciera una pausa para respirar. Se percató del silencio de Alberto y lo metió en la conversación: – ¿Alberto, ustedes pidieron el subsidio por las tarifas?
Alberto el marido de Claudia, estaba distraído y absorto con el clásico, como siempre muy disputado. Aprovechó que se venía un saque desde el arco y respondió sin pensar en las consecuencias: – Cuando hay un impuesto soy el último en pagarlo y cuando hay un subsidio soy el primero en pedirlo.
Luis se sonrió y los dos volvieron a la cancha: – Es increíble como arriesgan la pelota tocando cortito cerca del arco. No entiendo que ganan con eso.
Es un estilo.
No sirve para nada, mucho traslado inútil, los europeos con dos toques están en el arco contrario.
Alberto reaccionó automáticamente, poniendo en alto la bandera patria: ¡Pará, que el mundial lo ganamos nosotros!
En ese momento, Luís que era muy sensible a los estímulos nacionalistas, disimulando las lágrimas que lo delataban, volvió a su secreto viaje interior reencarnando a Messi, mientras entonaba el Himno.
Claudia estaba horrorizada por la confesión de Alberto, porque su vecina podía asociarla con los despreciables negros de mierda, por beneficiarse con subsidios. Para ella fue algo imperdonable y crucificó con la mirada a su marido, ahora convertido en al planero de Barrancas de Belgrano. Él en cambio, estaba concentrado esperando un tiro libre al borde del área. Cualquier distracción podía terminar en la tragedia de un gol.
La condena de Claudia era inapelable. Estaba incómoda con la sonrisa irónica de Guadalupe. Lo sintió como una estocada en su parte más sensible: touché. Acto seguido, les dijo que prestaran atención, porque un muchacho ofrecía bolsas de residuos, pero las dejaba sobre la mesa para después robar las cosas arrastrándolas con disimulo: – Para eso si tienen habilidad. Ya me afanaron el celular la semana pasada.
Me compras estas bolsas mami.
No soy tu mami. Ni Dios lo permita.
Buenas llantas mami.
Ella estaba usando botas, así que obviamente no se refería a sus zapatillas, sino a sus lolas.
Íntimamente Claudia lo sintió como un reconocimiento a las siliconas recientemente estrenadas y que la remera ajustada se encargaba de presentar al gran público. Tan es así que ni siquiera se quejó con el mozo. Se limitó a decir con una sonrisa indisimulable: -¡qué atrevido!
Guadalupe, después de su estocada exitosa sobre las tarifas, volvió a tomar la iniciativa: -No te ofendas, pero cada vez estás más a la derecha.
No me ofende: soy de derecha ¿y qué? ¿Quién no tiene algo de derecha? Algo o mucho. Es mejor que ser de izquierda cliché. No tengo de qué avergonzarme. La gente como yo no va a movilizaciones, ni repite consignas militantes, solamente vota. Mira la votación en Estados Unidos, mucha sanata con el medioambiente, el cambio cultural, el asunto étnico, el tema del género, los maricas y los migrantes, pero para ellos lo importante fueron las hipotecas y los precios: esa es la realidad, la única verdad. Yo soy auténtica, pero vos sos la clásica impostora, con un discurso para la tribuna, pero cuando votas estoy segura de que debes ser fiel a tus intereses como empresaria.
La supuesta mayoría silenciosa. Es natural que pienses así, son muchos años de teoría del norte, colonial, mesocrática y patriarcal.
Alberto alcanzó a escuchar esta sentencia, porque la pelota se había ido al corner: – Che Luis, que bien habla tu mujer: ¿pero qué carajos dijo?
No sé Alberto, búscalo en Google, no me distraigas, van a patear el corner. Lo importante es que se llevan bien.
Vos te sentís cómoda en tu tono sarcástico. Crees que solamente la izquierda es intelectual. Nos quieren hacer pasar a los demás por tarados. Por qué no se hacen los irónicos en China, en Cuba, en Rusia o con el amigo Maduro. No sabes el sentido del humor que tienen los comunistas con los que les que les cuestionan algo, son re divertidos, copadísimos. Pero por favor, esos negros no tienen cabida conmigo. No soy inclusiva con marginales, no encajan en ningún lugar de la sociedad.
Vos, te identificas como de clase alta y conservadora como si tuvieras una cuenta en Suiza. Es una filosofía clasemedista que no tiene nada que ver con la realidad.
No es el dinero lo único que te eleva, si a eso te referís, podes ser una persona rica y ordinaria: nada peor que un nuevo rico.
Estos negros para vos, sólo deberían circular por aquí con pasaporte.
Tu ironía no es una mala idea: un pasaporte social sería una garantía. A estos los ves y sabes que te van a mangar o te van a afanar, no sirven para otra cosa. Este no es su barrio. Hablan su propio idioma: corta la bocha, gato, te pones la gorra, puro lenguaje carcelario. Putean y dicen groserías todo el tiempo. Ahora me vas a decir que hablan así porque padecen síndrome de Thoreu, como la obra Toc Toc que vimos en el teatro.
¡Qué tilinga, qué snob! crees que las enfermedades tienen status. Las convulsiones no conocen de clases sociales.
Vos en cambio, crees que todo es un tema de educación y pretendes un desfile de negros con la remera de la Universidad de Harvard.
En Harvard hay muchos egresados de color.
Son negros de la piel, no negros de la villa. Estos son homínidos, el eslabón encontrado. No me jodas: Vos me ridiculizas, pero nunca veo a uno de estos simios
comiendo un asado en tu quincho del country. Vos crees que no tengo sensibilidad, porque no repito consignas progres como vos.
Alberto que estuvo ajeno a la charla hasta que terminó el primer tiempo del partido y planteó una solución salomónica: – ¿Para qué discuten si no están de acuerdo en nada?
Para discutir, el punto de partida es estar de acuerdo en algo.
Luis, que había sido depuesto como sucesor de Gandhi, no quiso ser menos: – Hablar de política o de religión entre amigos, nunca es buena idea.
Claudia no pudo controlar su tono irónico: – Ahora es el turno de los lugares comunes.
Como si despertara de un sueño milenario, Claudia volvió al ataque con una proclama revolucionaria: – Hace falta un Renacimiento de gente valiosa, culta, que no se premie la grosería, que no se califique de genios a zapallos que hacen música berreta con tres notas musicales. Cualquier ganzada compuesta por idiotas, retrasados, ignorantes, que no saben solfear, ni hablar, es un éxito. Hablan y cantan como lo que son: marginales, monos. Ni siquiera se entiende lo que dicen y los toman como modelos. Estamos igualando para abajo. Nos necesitan ignorantes y embrutecidos. Tengo la pesadilla recurrente de que los marginales, los mendigos, los chorros, los faloperos y todos los villeros toman el poder. Lo hablé con mi terapeuta.
¿Y eso te da pánico?
Si, un panic attack. A vos también te daría miedo si eso pasara.
Otro mendigo entra al local: – Caballero, con todo respeto….
No tengo.
¿No tiene respeto?
Pero lo que faltaba es que este negro te sobre.
No soy negro mami, es la cama solar ¿me podrá ayudar con algo para comer?
El mozo le dijo con buenos modos que no podía pedir dentro del café.
¡Eh! Te pones la gorra. Me quedé sin laburo, tengo tres pibes.
Claudia estaba al borde de una crisis: – Son una plaga, se reproducen como moscas. No les importa que los pibes se mueran de hambre y sean enfermos. Qué triste futuro nos espera.
Para eso está la educación sexual.
Sí, con lecciones de sexo oral para los pendejos, como con la novela “Cometierra”.
¿La leíste?
Ni falta que me hace. Ya me llegaron los comentarios. Ahora todos la juegan de disruptivos: odio esa palabra. Como decía mi viejo: para novedades los clásicos. No se mezclan novelas con educación sexual.
¿Y vos qué propones?
Ligarle las trompas a las negras que tengan más de un hijo y no tengan un trabajo que les alcance para mantenerlos. Repartir anticonceptivos en las villas, en eso estoy de acuerdo con los chinos. Están condenando a esos nenes a ser mendigos. Los usan para eso. Con esa limosna compran vino y droga los que los explotan. Está prohibido el trabajo infantil, pero permiten la mendicidad infantil.
¿Pero vos no eras católica?
Sí, pero no estoy de acuerdo con eso de que tengan los hijos que Dios mande. Eso es una locura, Dios no puede querer una superpoblación de miserables, ignorantes y enfermos. La fábrica de pobres, es el negocio de los sindicalistas y los políticos ricos.
Alberto que aprovechaba para hacer comentarios cuando la pelota se iba afuera del campo de juego, se preguntó en voz alta: – ¿cómo es que los curas, que no pueden casarse, ni tener hijos, dan consejos sobre el matrimonio?
Pero la pelota volvió al campo de juego: – ¡Qué jugadorazo este colombiano! ¡Ese sí que tiene huevos!
Por favor, no digas groserías.
Los dos hombres saltan y se abrazan: – ¡Goooooollllll¡¡Vamos Cavani carajo!
¡Ay! Por favor no griten. Una grosería más y me retiro, ¿Por qué serán tan básicos los hombres? parecen criaturas, en lugar de cerebro tienen una pelota. Dios nos dotó a todos con algún talento, pero en el caso de Alberto, seguramente estaba distraído y se le olvido. Es primitivo, me fastidia, pero me molesta más tu actitud demagógica en tu papel de políticamente correcta de manual y de aprendiz de psicóloga, observándome desde las alturas, con la misma sonrisa de suficiencia que tenías en el secundario.
Trato de analizar las cosas sin odio, de mirar más allá de lo obvio, eso es todo.
La humildad de las personas exitosas es una muestra de arrogancia.
Terminado el partido, las dos parejas salen caminando y Alberto retoma el dialogo con Luis: – Y ustedes dos ¿Por qué no se casan? queremos una fiesta de casamiento.
Creemos en la convivencia, pero no por tiempo completo.
Pero Claudia no descansa, ni abandona su vigilancia: – Mira estos: tiran la basura fuera de los contenedores cuando buscan cosas. Después la ciudad se llena de ratas y enfermedades. Pero les importa un pito. Cuando hacen eso, los deberían obligar a limpiar toda la cuadra.
Tienen hambre. Susana tenía razón: hay dinosaurios vivos.
Ahora bajas de Sierra Maestra desde las Barrancas de Belgrano. La izquierda caviar en plena revolución.
Alberto decidió pontificar con una reflexión conciliadora, inspirada en el empate pacificador de Boca y River: – ¡Basta de grieta por favor: no puede ser todo blanco o negro!¡Cuánta energía desperdiciada en discusiones inútiles! Después de todo, la
miseria no es nuestra responsabilidad.
Abogado UNBA. Autor de “SOLOS Y SOLAS”; “EL PRECANDIDATO”; “LA MAGICA LOCURA” y “LA REVOLUCION DE LOS LOCOS”, todos en EDICIONES LUMIERE.
Fue seleccionado en el año 2018 en la categoría cuento para la “Antología de los 90 años de la Sociedad Argentina de Escritores”
Qué ágil redacción para un tema tan tan tan duro! Un genio Alfredo!! Una reflexión completa y sin grietas!!!
UNA MIRADA SOBRE LA INTOLERANCIA CON UN TOQUE DE HUMOR, QUE LO HACE MÁS DIGERIBLE. LOS LUGARES COMUNES QUE SE REFLEJAN EN LO COTIDIANO Y PONEN EN EVIDENCIA LA TENDENCIA A LA SIMPLIFICACIÓN EN UNA SOCIEDAD POLARIZADA. EL PERSONAJE DE LUIS Y SU MITOMANÍA ES UN ACIERTO QUE VALORO COMO LECTOR.
muy buen retrato! y una lectura amena, que fluye
Habla muy bien del relato el hecho que es imposible no pensar en personas concretas, cuando uno lee estos personajes. Nunca entendí qué carencia es la que genera tal nivel de intolerancia.
Me gustó mucho. Una narracción de la realidad que vivimos expuesta en tono satírifico pero no por eso alejado de la verdad que vemos cotidianamente. Muy bien escrito. Felicitaciones al autor