La inquietud se mece en tus huesos jóvenes; das vueltas en la cama, rememorás el devenir de tus ficciones, te preguntás qué ocurre en un mundo paralelo donde todo es más simple. Intentás atribuirle razones a cada una de tus emociones. Te abrumás. No querés aceptar que la cúspide del dolor que sentís lleva su nombre.

Lo adorás pero odiás todo lo que le pasó para que se convirtiera en quien es ahora. Lo adorás pero detestás que sufra. Lo adorás pero no pudiste quedarte. Lo adorás pero te enoja que él se rehuse a hallar refugio en tus brazos. Lo adorás pero no te escribe. Lo adorás pero no le escribís.

Decís que tu amor es benevolente, benigno. ¿No te das cuenta del peligro? ¿No advertís el filo en tu querer? ¿No sos consciente de tu egoísmo? Te preguntás porqué su ausencia te lastima tanto. Respondo: él es pionero en tu corazón permeable.

Ya no recordás los detalles pero si cerrás los ojos ves su rostro y oís su voz. El tiempo es una criatura caprichosa, y a su paso leva parte de lo que sucedió. Cada madrugada estás más lejos. Cada madrugada es un duelo. Cada madrugada sostenés el cuerpo muerto de la esperanza. Solo quedan vestigios de lo que fue. Nada más.

Besás la herida porque no podés besarlo a él.