Una carta de amor a mi carrera.

El otro día estaba leyendo viejos escritos míos, y mi musa principal siempre había sido la medicina, era una musa demandante, reclamante, implacable e incierta. Sin embargo, esto no era su culpa, ya que admito que son las características que me atraparon y me enamoraron cuando la conocí.

Estaba tan encerrada y adicta a ella y lo que alguna vez me llenó de colores y esperanzas, terminó volviéndose una relación dañina, con un futuro que cada vez se preveía más oscuro. Había perdido mis sueños por una obsesión y ambiciosa codicia que no me permitían ver más allá, ver otras carreras, ver otras posibilidades y apreciarlas. De todas formas, agradezco los recuerdos y por sobre todo, agradezco que siempre haya sido tan cruda, que sus señales hayan sido claras, porque ella me enseñó que si debo luchar hasta quedarme exhausta y sin aire en los pulmones para conseguir algo, no es para mí. Quizás para alguien eso tenga sentido y sea vida, pero no para mí.

Cada día me sentía más muerta, dolida y ensangrentada por las expectativas que yo misma me había impuesto, me había petrificado ante mis propios estándares y miedo al fracaso.

Hasta que en esa etapa oscura de mi vida te volví a encontrar. Hasta que te tuve que observar más de cerca, cuando te apareciste para guiarme, cuando tenía que ir cada jueves al último pabellón del hospital de neuropsiquiatría. Estabas tan tranquila pero llena de caos, ofreciendo sonrisas para ocultar la vida injusta y duros finales de un montón de gente, lista para escuchar lo que se avecinaba y ofrecer soluciones desde lo humano, sin juzgar a nadie por ‘bueno’ o ‘malo’, simplemente tomándolas como personas que necesitan entendimiento.

Sostuviste mi mano en la adolescencia y aún así en un momento te resentí y solté tu mano. Te resentí porque creía que conocerte me había traído problemas y que me había vuelto una blanda. Siempre juré que medicina había sido mi primer amor, pero hubieses sido tú, si tan sólo hubiera tenido las agallas de amarte, sostenerte y hacerte parte de mí. Sin embargo pude recuperar el tiempo, ahora te amo libremente, ferozmente y sin presiones.

Creo que lo trascendental está destinado, así que nuestros caminos iban a encontrarse en algún momento. Aunque a veces sigo queriendo volver al pasado y eliminar esa etapa tan cruel, sin ella no te hubiera podido apreciar y adorar como lo hago ahora.

No fuiste lo que imaginé ni lo que había deseado, pero fuiste lo que necesitaba. Ahora no puedo imaginar una vida sin ti, sin investigarte, sin leerte, sin debatirte, sin pensar en soluciones para tus problemas, etc. ¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Que incluso si no hago nada productivo, estás ahí, tan sólo basta que quiera deconstruir un pensamiento.

Dejé de tener una musa, para yo volverme artista y musa a la vez, agradezco por tu presencia en mi vida, por salvarme.

No creo que te haga más cartas o escritos, porque no necesito reafirmar mi amor por ti cada tanto para autoconvencerme de que te amo y de que eres lo ideal para mí.

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