En la penumbra del silencio

la voz del viento

rumoreó en las hojas

y una luna incipiente

atenuó las sombras

deshilvanadas.

Con paso incierto

caminé hacia la línea

que funde a lo lejos

el resplandor del alma.

Pero un grito helado

de alas azuladas

ensordeció el hechizo:

el camino disuelto,

la noche astillada.

En la basta soledad

el tiempo

volverá a envolverme

en este bosque

de espejos rotos

y de melancolía.