¿cuántos gritos han sido arrebatados?

cuántas caricias han sido destrozadas

cuántos cuerpos han sido destruidos.

  

¿cuándo yo me he convertido

en la paranoia misma

de vivir en mi propio exilio?

Por la experiencia infantil

de destrucción

en una sola acción:

en unos cuantos manoseos

en un no corazón

en unos cuantos ruegos…

en unas amenazas,

en un par de retazos,

en tantos recuerdos

que guardan un silencio.

En un miedo constante

y en un pensamiento inquietante.

En un llanto desesperado

y en una lesión en el cuerpo,

en unas cuantas pesadillas,

en pocas horas de sueño.

en náuseas y desvelos,

en arcadas infinitas

en tristezas y agonías

en vacíos y migrañas

en desgarros hasta las entrañas

en vivencias podridas

y en una gran baja autoestima,

EN y mucho más.

Porque podría seguir,

pero este poema no llegaría jamás a su fin.

  

Esto y tanto más (me) ha producido

ser

mujer.

  

porque siempre me termino diciendo «por favor, no te pierdas. Apagá ese frenesí y volvé a mí»