Es probable que en este momento mi ojo izquierdo haya parpadeado sin el acompañamiento del derecho, pero eso no significa que esté guiñando el ojo, mucho menos que acabo de decir algo gracioso. En ocasiones suponen que es un método de seducción, una carencia de sutilidad, un prototipo de facciones que termina por quedar mal.
Afirmo que mi ojo izquierdo tiene un defecto, una pequeña irregularidad, simplemente debo vivir pendiente de no guiñar.
En ocasiones practico frente al espejo, activo el cronómetro y pienso:
—No parpadees.
Y automáticamente se da el movimiento. Probé dejarlo cerrado por veinte minutos para que no le queden ganas de moverse.
Probé atarlo con un hilo y lo único que conseguí fue un turno con el oftalmólogo.
— ¿Y ahora? ¿Qué le hiciste a tu ojo?
¡Para aclarar! Yo trato a mis dos ojos por igual, los miro a ambos con la misma intensidad, me los rasco al mismo tiempo, les tiro la misma cantidad de shampoo cada vez que me baño, y los dejo llorar hasta al cansancio.
No sé qué desea el izquierdo… ¿una fiesta? ¿Un altar? ¡Un reconocimiento quizás! Tengo que deleitarlo por eso lo puse tres horas al sol
¡Juro que no sabía más que hacer! Cuando algo no funciona hay que repararlo. Dicen que con golpes no se soluciona nada, pero yo golpeo al celular contra el piso y sigue andando.
Fue la tarde del lunes cuando le pedí a mi hermana que me pegue una piña…
—¡Por favor, Mariela! ¡Pegáme!
—¿Qué estás diciendo? Con violencia no se soluciona nada.
—Pero… ¡necesito dejar de parpadear!
Al ver que mi hermana no actuaba procedí a pronunciarle una innumerable cantidad de insultos, tampoco funcionaba, finalmente decidí confesarle que ese rubio teñido la envejecía… Esa misma tarde me consiguió un turno con su psicóloga.
Siempre tuve la ilusión de recostarme en un sillón y comenzar a describir los recuerdos de mi infancia, pero solo había una butaca desgastada.
—¿Cuál es el problema? ¿Por qué te gusta recibir maltrato físico?— preguntó, mientras anotaba. Moría por saber qué escribía, trataba de espiar disimuladamente pero cuando iba a lograrlo lo tachaba.
—¿Qué? No me gusta recibir maltrato físico.
—La negación no nos lleva a nada, lo primero es acepar la problemática y luego, una vez asumida, superarla. Ahora yo no te voy a hacer preguntas, voy a dejar que te expreses, en la forma y el orden que quieras, ¡como te salga!— hubo un silencio y me quedó mirando un largo tiempo.
—Eso de expresarme no es mi especialidad… porque simplemente no hay nada para expresar— contesté relajada, gesticulando excesivamente, trataba de hacer caras de gente decente (creo que me salían mal) para que no me clasifique como una psicópata, me conformaba con ser trastornada, nivel medio.
—Lo único que te pido, por favor, es que si te vas a dar la cabeza contra algo que sea contra la pared y no contra las ventanas nuevas.
—Yo no me golpeo— afirmé golpeando la mesa.
—No es lo mismo que me dijo tu hermana… pero seguí, veo un apego constante a la negación.
—¡Ay, por Dios! Mi único problema es el ojo izquierdo.
—Muy bien así se empieza, ¿cuándo fue la primera vez que te lo golpeaste?
—No me golpeé el ojo, parpadea sin que yo me dé cuenta— contesté.
—No sos responsable de tus acciones. ¡Ahí está!
—¿Ahí está qué? ¡Tengo un tic!
—Ah claro…— la psicóloga siguió anotando.
—¿Puedo saber que anota?
—No, pero más adelante, te voy a conseguir un cuadernito para que escribas cosas.
— ¿Puedo anotar cosas sobre usted?— pregunté irónica.
—No, porque no sos psicóloga— se levantó, agarró un anotador colorido y me lo alcanzó. —Acá vas a anotar lo primero que te venga a la cabeza. Al finalizar te vas a sentir aliviada, sin intenciones de herirte, ¿entendiste?
—¿Me vas a mirar mientras estoy escribiendo?— dije revelando así mi incomodidad. ¿A caso nunca les pasó? ¡Cuando te miran todo te sale mal!
—Es posible… pero si querés puedo mirar para otro lado, estoy buscando que te sientas cómoda, tranquila y calmada.
—Estás perdiendo el tiempo, por más que busques no vas a encontrar nada, ¡estoy sana! Tengo millones de cosas por hacer…
—Bueno, hacé algo que no te haga desperdiciar esta media hora, tu hermana no me pagó mucho.
Fue por eso que empecé a escribir la lista del supermercado. Supongo que la media hora ya había pasado, pero yo seguía anotando.
—Bueno, vamos terminando…
— ¡No! ¡Estoy anotando!— le grité. Justo cuando me parecía entretenido buscaba sacármelo.
—Si te parece podes terminarlo en tu casa, ocupar la mente te va a ayudar.
—Y… ¿qué pasa cuando la termine?
—Cuando la termines podes ir a comprar, la idea era que escribieras algo un poco más concreto y yo pueda asociarlo con tus pero vemos que la lista te entretuvo lo suficiente, tanto que tu ojo izquierdo se comportó.
Me despedí de la doctora.
Al llegar a casa me di cuenta que el tic seguía, que solo se detenía cuando escribía. Fue entonces que me dediqué a crear una interminable lista… Dispuesta a comprar todos los productos que la gente vendía.