Si hubiera esperado un poquito más esto no me habría pasado, cantaría por las mañanas, tomaría chocolatada, saltaría en un pie, e iría a aquel prado; donde todos están felices, juegan y corren sin leer un párrafo. Hay un cartel indicando el lugar, pero son tan analfabetos que les da igual. Se ahorran un manojo de problemáticas civilizadas que nos convierten en esclavos. ¡Sí! Esclavos de los conflictos legales y de necesitar un abogado. Acá cerras los ojos y básicamente te dedicas a amar al otro, como hermanos, como Jesús dijo y toda la porquería de la comprensión. Nada de política, de ideologías o desacuerdos, gobierna el «títere sonrisitas» y a juzgar por su apodo no tengo ni que describir el mal desempeño de este tipejo. Todos pensábamos que era un hombre, manipulado sí, pero hombre al fin, hasta que un perro comenzó a comerlo, evitaron el entierro y los remedios extraños; remedios inventados por un asesino encubierto, ¿por qué? Porque…
— La tela no sangra —gritó una mujer; venda en mano, preparada a lanzar carbón sobre la supuesta herida, luego fuego, y hacer un asado en la infección para que aparentemente se termine curando, así son los remedios creados por la gente que no lee ni razona demasiado—. La herida no sangra —volvió a asegurar, se la daban de científicos como si hubieran descubierto américa. Entiendo que todos podemos confundirnos y no saber el territorio que estamos pisando, pero podrían crearle un nombre ficticio al menos.
Acá vos les preguntas donde están y te dicen que están matando a un carnero, les preguntas como se sienten y te dicen que el amor es el mejor de los sentimientos.
—Sí ya sé eso, pero les estoy hablando de su emoción actual.
—El amor es lo mejor que hay —contestan mientras se dan cuenta que no mataron bien al carnero y siguen dándole cuchillazos en el ojo.
—Creo que ya está muerto, ¡paren!
Y si realmente ignorara esto, sufriría menos, si en ese día estúpido en donde tuvimos que elegir una puerta yo hubiera elegido la puerta abierta, no estaría desentonando en una sociedad psicópata e ignorante que sigue cometiendo delitos igual o peor que antes, solo que ahora no son delitos sino herramientas para alcanzar la satisfacción o algo parecido.
—¡Sí! Enterramos al primer humano vivo —va a resucitar y encarnar en el carnero que acabamos de matar.
Por lo menos aceptan que lo asesinaron —pienso—, mezclan algunas religiones pero bueno…
En fin, el lunes ese donde vino un enviado del señor a preguntarnos qué puerta elegiríamos yo tendría que haber esperado un poco, aguardar a que la manada de inconscientes se avalanchara sobre la puerta abierta, y no estar quitando cadenas, hallar llaves, razonar el posible código secreto y… El camino fácil siempre es el mayoritario. Yo pensaba al menos que al elegir lo correcto, lo complicado, me iban a asignar un mundo mejor, pero estuve sangrándome las manos con ese picaporte estúpido por dos años y fue peor, ¿y ellos? Nada, jugando a las cartas mientras cantaban:
—¡Ay, sí! Ganamos todos porque todos tenemos derechos.
¿Alguien me puede explicar que tienen que ver los derechos con eso?, y otra incógnita; ¿por qué mi puerta tenía alambre de púas entre medio? Todos dándoselas de religiosos, felices con la ignorancia, pero no… claro, a mí me agarró la locura de aprender a leer justo un día antes de que se termine la racionalización. Estúpido se nace —pensé entre mí—, mientras observaba como esa manga de iletrados eran más alegres que yo. Tendría que haber ido por el camino fácil repetía una y otra vez, hasta que de repente calló del cielo: adjudicándole nuevamente el corazón a mi cuerpo, entregándome más que unas alas, entregándome la posibilidad de convertirme en águila, cayó un libro; y ni bien pude abrirlo me dí cuenta que la puerta con espinas valía la pena, si leer era parte del supuesto castigo. Luego, más tarde, cuando pude dejar de lado la crisis existencial y el egoísmo, reuní a todo el grupo de analfabetos (les tengo cariño) y les expliqué el significado de «libro»:
—Es un lugar indescriptible donde podés acurrucarte sin necesitar sabanas, donde podes dejar el alma, introducirte por completo, aprender y…
—¿Sirve para sanar heridas?
—Algo parecido, va ser difícil pero quizás se trata de eso; de incentivarlos a que se pinchen, sangren, y se desvivan para finalmente terminar aprendiendo.
—¿Es masoquismo?
—Es aprendizaje chiquito —dije asombrado, habían agregado una palabra nueva a su vocabulario, una palabra no muy grata, pero iremos avanzando.