Mates

A mi entender no era nada del otro mundo, lo que hierbe se puede enfriar fácil, en un segundo. Apariencias de ser un gran experimento, o acto de prestigio. ¡Por Dios! Sólo era verter el líquido y extender el brazo, en ocasiones no se requería ni mirarlo, claro, eso sí lograbas tener un manejo extremo, justo y delicado, pero por alguna razón desconocida yo no sabía hacerlo.

 Tuve múltiples intentos, aunque cada vez que ponía a hervir el agua, ésta se enfriaba. Me quedaba esperando quietita, ponía las manos arriba, hasta que traspirasen, ver el humo escapar y entonces entender que era el momento… El momento culmine, definitivo, donde mi inexperiencia quedaba al descubierto.

 Apagaba la hornalla, muy tranquilamente, y suplicaba ya por décima quinta vez, quemarme hasta el alma, pero no… ¡congelaba!

 Trataba de mantener la compostura, nada me brindaba tranquilidad.

— ¡Qué cosa más extraña! —me decía la nona mientras se asqueaba, seguido al gesto de desagrado siempre venía el…—. Gracias.

 En días ajetreados perdía la compasión y lo confesaba…

—Es realmente el peor que probé en toda mi vida, y eso que mi vida es larga…

 Yo me reía y no decía nada, llevaba el título marcado:

 “La única en la familia que no supo llevar a cabo el culto más sagrado”.

 Fomenta la unión y chuparlo se asemeja a haber recibido un abrazo. En cambio, cuando probaban mis mates, era como si una sombra lúgubre y fastidiosa les diera una cachetada. Varios me comentaron que sentían escalofríos y una sensación de hastío.

 Otros exclamaban, solamente, que le faltaba “el toque”. Pero sabía muy bien que eran un asco. ¡Ni yo me aminaba a degustarlos! Tenían tanta mala fama que luego de tomar dos seguidos todos mis parientes vomitaban.

 Busqué tutoriales de “cómo hacer bien un mate” de modo a que la situación empeoraba.

 Un día me harté y decidí hacer lo más sincero, grato y honesto, tire la pava a la basura, ¡que se ceben sus propios mates!

 Ahora, que ya estoy grande, acabo de enterarme algo escandaloso, y por ese motivo hago alusión a este triste pasado… los doctores acaban de confirmarlo, todos mis parientes tenían perdida del gusto y del olfato pero… ¿por qué cuando mi hermana cebaba todos decían “que rico”? ¿Sera que el cebador influye más que lo cebado? ¡Bah! Averiguarlo ya no tiene caso.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio