Uno tarda mucho hasta sentirse viejo porque es difícil abandonar aquello con lo que primero nos identificamos, o sea: ser jóvenes. Si fuera al revés y naciéramos viejos y poco a poco fuéramos rejuveneciendo, nos costaría sentirnos jóvenes . Diríamos : «La verdad es que yo no me siento joven pero tengo que admitir que ya no soy viejo: antes, al levantarme me dolía todo, hoy me acuesto totalmente borracho y amanezco nuevo, como si nada». La progresiva pérdida de habilidades y derechos que supondría volverse un niño y hacia el final un bebé tendría su correlato con la vejez tal cual la experimentamos. Más allá de todo esto, poco importa la dirección porque, al revés, el principal problema seguiría siendo el mismo: antes del nacimiento hay lo mismo que después de la muerte.