Donde no pasa el sol ni la humedad 

encebollaste los ojos 

epígono de lacrifagia 

desconociendo totalmente 

que llegaron a los dientes de tu infante

pequeños bocados suaves y sofisticados 

como colibríes en latas de atún.

Si supieras el dolor espejado de los demás

en los años venideros, habría paz

pero no huevos duros.