Explota en la moto la bujía.
Explota en ella el temor a la velocidad
y el agarre de sus brazos.
Explota en él la sangre que se le acumula
entre las piernas.
Explotan las moscas contra el parabrisas.
Explotan los dedos enguantados
que por amor desaceleran.
Explota la gaviota
que voló junto a ellos unos metros
en millones de pedacitos rosados
de diferentes tamaños
que los salpican.
Explota en él la certeza de que atardece
y en ella la imagen de la costa que bordean
en un millar de barriletes.
Explota el pedregullo bajo las ruedas.
Explotan las familias que suben a sus autos
y brazos y piernas caen
pesados.
Explotan los faroles que se encienden.
Explota la voz de él, apenas,
desde un casco al siguiente
preguntando cómo vas.
Explota un bieeen que el motor hace temblar,
y ganas de besarla.
Explota una puerta
(como todas las puertas)
al abrirse.
Explota la ducha en agua helada.
Explota un shampoo al que no le queda casi nada.
Explota un rayo de sol que atraviesa la ventana como un tiro
y la da a ella en la espalda.
Al sentirlo a él detrás explota ella en un giro.
Explotan las bocas de los dos
pintando con chorros de sangre la cortina de baño.
Chorrean a borbotones sus mandíbulas explotadas
y explotan las gotas contra los azulejos.
Por una tímida nalgada explota un brazo entero.
Explota él en ella y ella en él
y al final solo quedan
huesos renegridos.
En la playa a un nene se le va la pelota y explotan
todos y cada uno de los caracoles
como un campo minado.
Explota el sol en jirones rojos al tocar el mar
y efervesce en perfecto silencio.