Terminar un libro
que te cambió por dentro.
Acabar a la par
con una mujer risueña.
Reír hasta el cansancio
y dormir sin poner alarma.
Alarmarme de la vejez de mis manos
y sentirla bien ganada.
Querer existir con ella a pesar
de lo predestinado.
Ver un amanecer violáceo
desde un último piso.
Ganarle a su partida
un último beso
y otro último,
y dejar que se vaya.