Todo cambia:
cambié.
Todo se rompe:
me rompí.
Lo externo es
tan interno
como lo consciente es
inconsciente.
Somos la pradera de concreto
en que nos movemos
y el ruido y la niebla,
y las sonrisas,
el tendido eléctrico
y los besos
en ese sillón de mercado de pulgas
esos domingos a la tarde
cuando éramos jóvenes,
somos tu espalda arqueada sobre los almohadones,
y cada uno de los botones, como soles,
y somos la electricidad
en el sistema nervioso
del mundo
haciendo delicada sinapsis
porque todo se une
primero con gravedad
y después con risas.