Aprendí a darte cumplidos en silencio
cuando en verdad quería gritarle al mundo que desde que te conocí eres lo único que mi mente reproduce
aprendí que los segundos dejan de correr cuando estoy a tu lado
y me encuentro admirando como tus mejillas enrojecidas te delatan los nervios
aprendí a regalarte miradas furtivas
cuando me gustaría quedarme en tus ojos hasta que las hojas de otoño dejen de caer.
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Quisiera contarte que me encuentro pensándote más de lo que debería
que ansío poner mi cabeza en tu cuello para que tu perfume se convierta en mi oxigeno
que quiero que mis mañanas se llenen de tu risa para ya no tener un mal día
que te deseé tanto que ya no me quedan dientes de león por soplar
y que me lastima saber que estás tomando su mano y no la mía.
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La tristeza es infinita cuando la noche llega y encuentro mi cama vacía
porque todavía estoy guardando un lugar para ti
como si nos perteneciéramos, como si me correspondieras
como si no fuera solo mío este sentimiento que anula cada uno de mis sentidos.
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Mi ingenuidad me aconsejó que sea paciente un miércoles cuando apareciste casi por sorpresa
así fue como convertí a la paciencia mi mejor virtud
y a la ingenuidad mi peor enemiga.