31 de Diciembre del 2019 a las doce en punto, la famosa y tan esperada fiesta de año nuevo, cuando toda la familia reunida brindó y celebró por lo que vendría, manifestando los buenos deseos, para el 2020, los planes, proyectos que ya comenzaban a vislumbrar, pero nadie imaginó lo que iba a suceder en los meses posteriores.
Un virus que comenzaba a surgir en China, que se veía tan lejano… pero poco a poco fue avanzando, llegó a Europa, y por los medios de comunicación veíamos el desastre que se estaba generando.
El 3 de Marzo del 2020, se detectó el primer caso en Argentina, y de ahí en adelante los contagios fueron aumentando cada vez más. Una pandemia ¿En los planes de quién estaba? ¿Alguien podría imaginarlo? Me juego todas las fichas que nadie se preparó para semejante situación.
Covid-19 o más popularmente el llamado coronavirus, desde el gobierno decretan un aislamiento social, preventivo y obligatorio, lo que implica el quedarnos en casa, cuarentena, barbijo, lavado de manos, sanitizar las compras, distancia social…que comunes son esos términos, que antes poco o nada los utilizábamos.
¿Qué es lo que podemos destacar de todo esto? O verdaderamente ¿Cuánto fue que cambiamos este año? o es que acaso ¿Seguimos siendo los mismos solo que en un contexto mundial al que estamos acostumbrados?
Podemos hacer hincapié en tantos aspectos que escribamos las hojas que escribamos nada va a alcanzar, pero creo que nadie puede negar como esta pandemia nos mostró que aunque creamos que todo lo controlamos, no es así, que la vida se escapa más allá de nuestras propias manos, y que el ser humano no es dueño de la naturaleza, porque algún día esta termina pasando factura.
Quizás la pandemia nos dejó ver cuánto necesitamos de los abrazos, de los afectos, y es que el argentino es tan arraigado a sus vínculos, tan familiero y afectuoso; Sin duda que esa es una costumbre que conservamos de nuestros antepasados y que define las características de nuestra cultura. Pero de repente no podíamos juntarnos, ya no había asados los domingos con toda la familia, ya no había juntada con los amigos, fiestas, bares, boliches, ni siquiera fútbol, no podíamos gritar los goles de Messi, ni mirar el súper clásico boca-river, las plazas estaban vacías y los patios de las escuelas comenzaban a extrañar las risas y juegos de los chicos, cuantos planes suspendidos, viajes sin hacerse, casamientos o cumpleaños sin celebrarse.
Nos encontramos cara a cara con la soledad, dedicándole tiempo y encontrándonos con nuestros más profundos silencios y nuestras más profundas miserias, hubo lugar para la reflexión, aspecto que siempre falta en esta sociedad posmoderna de lo superficial e inmediato.
También nos encontramos compartiendo las 24 hs del día en ese lugar en el que vivimos al que todos llamamos casa, pero que tal vez pocas veces la habitamos o pasamos tiempo allí, en donde algunos simplemente la ven como un hotel en donde solo paran para comer y dormir pero el resto del día la pasan afuera, hasta parece que estuvieran escapándose, vaya a saber de qué. El que vive en el mismo lugar que nosotros, al que muchas veces vemos como un extraño, se convirtió en otro, con necesidades, deseos, y con una voz dispuesta a hacerse escuchar, cuantas parejas volvieron a reencontrarse, cuántas familias no les quedó otra que convivir, y pasar tiempo juntos, cuantos padres pudieron sentarse a jugar con sus hijos, y sobre todo escucharlo y darles importancia ¡Y que difícil fue para algunos! No todos sobrevivieron a ese desafío.
Aplaudimos al personal de salud, y empezamos a valorar lo que verdaderamente saca un país adelante, empezamos a pensar que las políticas públicas deben enfocarse en el bienestar y acompañamiento de aquellos profesionales que hasta el momento, habían quedado relegados, y ahora se ponían la capa de héroes y salían a combatir, poniendo en riesgo hasta su propia vida, por salvar la de los demás.
Nuestra casa se convirtió en trabajo, y también en una escuela doméstica, pudimos ver lo trascendental que es la educación en las subjetividades de los niños y adolescentes y que el proceso de escolarización, no es solo ir a escuchar contenido, sino el encuentro y el compartir, el cual no puede ser reemplazado por un pantalla, porque la calidez y el amor, no se transmiten por allí.
Muchos perdieron su trabajo y tuvieron que reinventarse, con fuerza y persistencia a pesar de los obstáculos, porque de eso se trata muchas veces, de encontrar una oportunidad en la mitad de una crisis, muchos otros comenzaron a encontrar talentos que creían perdidos, crecieron los emprendimientos personales y familiares, llenos de sueños y esperanzas.
Pero más allá de todo lo que perdimos, y descubrimos, también nos transformamos, pasamos a ser solidarios, a quedarnos en casa para cuidar a nuestros mayores, y personas de riesgo, nos unimos como patria para frenar al virus entre todos, y cada uno desde su lugar dio todo y más para salir adelante, nadie fue ni es menos que nadie, porque por primera vez, todos nos enfrentábamos a la misma situación, el virus no discriminó por clases sociales, ni color, ni raza, a todos podía tocarles de la misma forma.
Nos aferramos fuerte a lo que nos sacara adelante y vimos lo efímera que puede ser la vida, que somos instantes y que disfrutar y valorar lo que tenemos es la mejor satisfacción que podemos encontrar.
Si algo puedo decir que nos enseñó esta pandemia es que sin salud no hay nada, y no hablo solamente de la salud física, sino de la tan escondida y olvidada salud mental. Hubo muchas vidas perdidas que ya no se van a recuperar, y eso es lo que más duele en el fondo de nuestro corazón, muchos duelos que no se han podido elaborar como las personas hubiesen querido, mucho miedo, mucha ansiedad, mucha tristeza y soledad, que en algún momento atravesamos en mayor o menor medida.
Hablamos de una pandemia que ya nos hemos acostumbrado, pero también podemos hablar de una post pandemia, el ¿Qué vendrá después? Nuestra vida cambió, ya no es la misma que era años atrás, quizás todos tomemos este anecdótico año como un aprendizaje, o una vez que se calmen las aguas hagamos como si nada, pero si de algo estoy segura es que hemos encontrado en nosotros una fuerza resiliente que estaba allí en lo profundo de nuestro interior y que este año nos permitió adaptarnos casi de forma camaleónica a toda circunstancia que se presentó, y a esa fuerza hay que aferrarse fuerte para los horizontes que vendrán.