Luna de Sangre

Luna de Sangre

Era una tardecita de verano, y como es de esperar el calor era sofocante. Adentro de la casa se sentía más temperatura que afuera. Sin embargo, en el campo siempre refresca, y el patio es el lugar perfecto para desconectarse y estar tranquilo por un rato. Asique decidí salir y dedicarme ese momento para mí.

Estaba tan relajada, la noche llegaba y todo era armonía, no volaba ningún insecto, los perros dormían, la temperatura bajaba, puse música y todo andaba bien.

Me senté en mi reposera, estire mis piernas y sobre la mesa prepare el mate. Puedo decir que me gusta mucho saber que pasa en el cielo, y cuando tengo unos minutos para mirarlo y solo mirarlo, lo hago. Antes trato de leer un poco si puede pasar algún acontecimiento especial.

Ese día solo leí que era luna llena. Entonces solo bastaba cebarme mates y esperar a que apareciera, que corra el tiempo.

La luna salió por el Noroeste, apareció lentamente al lado del pino del campo vecino, y como en la llanura se ve perfecto el horizonte, todo a su alrededor iba tomando color, tenía tendencia a deslumbrar otra noche más.

Entre nubes se veía medio anaranjada, luego cada vez mas tirando al rojizo. Y para mi era algo hermoso.

Cuando se coloco sobre el pino, ya no la acompañaban nubes, era una perfecta luna llena con un leve color rojizo. Y yo tuve el placer de verla salir.

El ambiente seguía igual, yo me sentía muy bien, ella nos iluminaba, salían las primeras estrellas, los perros no cambiaron de posición y la música seguía aumentando las ganas de descansar un rato más allí.

Me deje llevar, y tuve pensamientos; perfectos diría. Quien no piensa cosas lindas cuando esta relajado. Los míos eran buenos y esperanzadores.

En un momento los perros se despertaron y torearon, luego movieron la cola. Entonces me avisaron que, por el comienzo del camino al campo, venias vos. Te voy a llamar mi compañero, por el momento.

Cuando él bajo de la camioneta fue como un huracán; algo oscuro y malo que quiere hacer sentir mal a las demás personas. Me dijiste y pediste algo de mala manera, no querías que afectes todo mi clima que tenía armada en el patio con tu humor, pero una sola palabra vasto para arruinar todo.

Te pedí que miraras la luna, que seguía estando teñida, pero tu personalidad no apreciaba esos regalos de la naturaleza. Despreciaste esa tardecita, única que teníamos en el patio de casa, decidiste cambiar mis sentimientos en un segundo, y además lograste que la noche se destine a otra cosa, preferiste imponer tu enojo y personalidad, como siempre por encima de nuestra relación.

Dijiste una frase desafortunada y llena de odio hacia mí. Prefiero no repetirla, para no caer tan bajo como vos. Opté por no responderte, pero como insististe con otro tipo de insultos, decidí seguirte la forma de comunicarte esa noche, de mala manera comenzamos una tan hermosa discusión.

Diría ahora que tendríamos que hablar más, tranquilos y pensando lo que decimos y hacemos, pero es fácil verlo ahora, en ese momento actúas como podes. Nuestros cuerpos se detestaron, se pusieron sobre la mesa problemas del pasado que solo avivaron otros recuerdos y esta discusión.

Yo había empezado a gritar, esos gritos intensos que te dejan doliendo la garganta porque no podía creer lo que escuchaba de vos, insultos y pensamientos muy feos sobre mí, que jamás pensé escucharlos de vos amor. Vos empezaste a murmurar frases, insististe y lograbas con cada palabra despertar cada vez mas furia.

Decidí dejarte hablando solo. Pero ya no pensaba como hace unos instantes, yo había cambiado, me abundaba una profunda tristeza y un gran enojo, estaba agitada y decidí llorar para tratar de aliviarme. Que furia tenía.

Algo que no conozco, un sentimiento de deseo, de placer, me alentó por completo. Camine hasta la pieza, a tu mesita de luz, no podía escuchar nada, estaba algo indefensa, aturdida, pero la furia y esa frase dándome vueltas, sinceramente creo que me alentaron. La luna estaba teñida de sangre, solo faltaban mis manos.

La última conversación que tuvimos, fue en el baño, seguías diciéndome cosas, cambiabas mis palabras a tu favor para hacerme daño, y si recuerdo fue tu voz volviendo a decir alguna frase que solo me ninguneaba.

El calor por el vapor del agua caliente era pesado, desde la ventana se podía ver la claridad que emitía la luna, afuera seguía ambiente hermoso, un paraíso, del cual nunca debí dejar.

Mi contestación a tu ultima frase, fueron sonidos de disparos. Si te dispare. No lo pensé, la venganza y verte sufrir para no escucharte más eran mi único deseo.

No me dijiste más nada. Y tus ojos quedaron abiertos. El agua corría. El agua era roja como la luna.

Quede inmóvil. Y me aterraba más, la convicción que surgió dentro mío por lo que había hecho.

Para intentar procesar lo que hice, volví al patio. No podía decir nada, no encontraba respuestas, no se porque lo hice.

Tampoco podía pensar ni moverme, había matado; te había matado.

Mis ojos solo decidían mirar la luna, que ya no era rojiza ni anaranjada, era blanca como siempre. Todavía seguía arriba del pino, directo a mí. Mi cabeza solo procesaba la catarata de agua roja que vi en el baño.

Intentaba encontrar tu voz en el total silencio del campo, era imposible.

Te culpe en un momento, si no me hubieras dicho nada, créeme que no gatillaba; si te incrimine en tu propio crimen, para tratar de salvarme, pero era ya imposible. Entendí que lo había hecho yo sola, por un impulso, una frase detono todo. También otras cosas que tenía atravesadas, pero ya no importan.

Sinceramente no me arrepiento, de matarte en mi mente. De imaginarme venganza y llevarla a cabo en mis pensamientos.

Armar toda esta historia por ver una luna rojiza; y tus frases; y el deseo de defenderme. Miro mis manos y pienso que sería incapaz.

Cuando me hablaste de mala manera, te mire, respire y seguí con mi tardecita.

Todos somos buenos, hasta que demostramos lo contrario.

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