Me levanto y saludo al sol, a las perras y a mi novio que todavía duerme porque ya no tiene trabajo.
Tomo lo que me pinte, me baño y después paso media hora frente al espejo tratando de entender a quién estoy mirando porque no sé muy bien quién o qué soy. Mis facciones son siempre otras y tengo el fleco… insólito. El cuerpo raro, el culo poseado. Tengo miedo, a veces, de no ser quien creo. ¿Es esta mi cara verdaderamente? Si nunca me vi.
En la mesa de luz tengo una foto de cuando tenía quince y pienso que por qué no me quedé ahí. Estoy inmortalizada en esa caja con aros, y pulseras, y collares, y cositos y mi mejor amiga y mi cara que me miran de todos los ángulos porque estamos en las cuatro caras de la caja de madera que me dio para sus quince.
Tan cerca de los veinte y tan lejos de lo que pensaba que iba a estar haciendo. Cualquier cosa menos mirarme y pensar que no existo y que no soy; y que si existo y sí soy entonces no sé qué hago escribiendo en vez de estar viviendo como quería cuando no sabía lo difícil que era estar tan cerca de los veinte.
Si quiero desayuno de nuevo y meriendo todas las veces que se me canten porque es mi cuarentena y la paso como quiero. Nunca pensé que iba a vivir una pandemia. Yo que me cagaba de risa de la peste bubónica. Ahora tengo que ver como unos boludos protestan para poder ir al gym.
Mayo 2020