De niños añoramos ser grandes,
de adultos lo detestamos.
De pequeño veía en el barro maravillosos paisajes,
y hoy, ese mismo barro, parece el peor castigo concebido.
Extraño tanto mis ojos de niño,
todo era un hermoso misterio, una gloriosa aventura.
Ayer, me dijeron que necesito anteojos,
porque veo todo como rutina y eso abruma.
Por eso, hoy saldré a jugar con mi niño.
Le enseñaré las magias y maravillas del barro,
quizás así pueda lavar mi vista con su cariño…
Y salvar su brillante e ingenua mirada de este sarro.